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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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resistencias a la idea de que uno puede y debe romper el vínculo infantil

con los padres que lo maltrataron si quiere hacerse adulto y construir su

propia vida en paz. Tenemos que acabar con la confusión del niño, nacida

de nuestros esfuerzos del pasado por disculpar los malos tratos y hallarles

un sentido; así, como adultos, podremos dejar de hacer esto y también

aprender de qué manera la moral de las terapias dificulta la curación de las

heridas.

Algunos ejemplos ilustrarán este aspecto concreto. Una joven está

desesperada, se siente fracasada tanto en su vida profesional como en sus

relaciones, y me escribe:

«Cuanto más me dice mi madre que soy un cero a la izquierda y que no llegaré a

ninguna parte, peor me salen las cosas. Pero no quiero odiar a mi madre, quiero hacer

las paces con ella y perdonarla para liberarme, al fin, de mi odio. Pero no lo consigo.

Incluso cuando la odio me siento acosada por ella, como si me odiase. Pero es

imposible que eso sea cierto. ¿Qué es lo que hago mal? Porque sé que sufriré si no

consigo perdonarla. Mi terapeuta me ha dicho que declarar la guerra a mis padres sería

como declarármela a mí misma. Naturalmente, sé que, cuando uno perdona, tiene que

hacerlo de corazón, y yo me siento muy confusa, porque hay momentos en los que me

siento capaz de perdonar y me compadezco de mis padres, pero de repente me

enfurezco, me revuelvo contra lo que hicieron y no quiero ni verlos. Quiero vivir mi

propia vida, estar tranquila y no estar todo el rato pensando en cómo me pegaron, me

humillaron y casi me torturaron».

Esta chica está convencida de que, si toma en serio sus recuerdos y

permanece fiel a su cuerpo, tendrá que luchar contra sus padres, lo que

equivaldría a luchar consigo misma. Eso es lo que le dijo la terapeuta.

Pero el resultado de este comentario es que esta chica no puede en

absoluto distinguir entre su vida y la de sus padres, que no se le permite

tener identidad alguna y que sólo puede verse a sí misma como una parte

de sus padres. ¿Por qué la terapeuta dijo esto? No lo sé. Pero yo creo que

en frases semejantes se percibe el miedo de los terapeutas a sus propios

padres. No es de extrañar, pues, que la paciente se contagie de este miedo

y esta confusión, y no se atreva a desvelar la historia de su infancia para

dejar que el cuerpo viva con su verdad.

En otra ocasión, una mujer muy inteligente me escribió que no quería

emitir juicios generales sobre sus padres, sino ver las cosas una a una, ya

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