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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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irreflexivamente abusos sexuales, a los que pegan o torturan de otra

manera, se supone que por su bien. A menudo los padres pueden aliviar el

propio cuerpo descargando contra los hijos sus desbordantes sentimientos,

que también fueron válidos para sus propios padres. No obstante, no

tardarán en enfermar cuando estos hijos, al menos en apariencia, los

rehúyan.

Los hijos y nietos actuales pueden sentir, pueden dar crédito a lo que

vieron y sintieron de pequeños, y no tienen por qué obligarse a cerrar los

ojos; porque la ceguera forzada la pagaron con enfermedades corporales o

anímicas, cuyas causas permanecieron veladas durante mucho tiempo.

Cuando dejen de participar en esta ocultación, tendrán la oportunidad de

romper la cadena de violencia y autoengaño, y no convertir más a sus hijos

en víctimas.

No hace mucho, en un programa de televisión abordaron los casos de

los niños que padecen neurodermatitis, es decir, sienten un incesante

escozor en el cuerpo. Los especialistas que aparecían en el programa

afirmaban unánimemente que esta enfermedad es incurable. En ningún

momento hablaron de causas psíquicas, aunque saltaba a la vista una cosa:

los niños que coincidían en la clínica con otros de su misma edad y que

padecían lo mismo, si bien no se curaban, mejoraban. Este mero hecho me

llevó a suponer como espectadora que los contactos en la clínica

produjeron a los niños la reconfortante sensación de no ser los únicos que

presentaban este extraño síntoma.

Poco después de ver este programa, conocí a Veronika, quien durante

su terapia desarrolló una neurodermatitis y con el tiempo se percató de que

era precisamente este síntoma el que le había facilitado la ruptura del

antiguo y funesto vínculo que le unía a su padre. Veronika era la pequeña

de cinco hermanas; sufrió abusos sexuales a manos de sus hermanas

mayores, su madre era alcohólica y amenazaba sin cesar la existencia de la

niña con inesperados ataques de ira. En esta situación, la niña abrigó la

vana esperanza de que su padre algún día la salvaría. Veronika idealizó a

su padre durante toda su vida, a pesar de que nunca hubo motivo ni

recuerdo alguno que justificaran tanta estima. El padre también era

alcohólico y sólo mostró hacia sus hijas interés sexual. Aun así, Veronika

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