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irreflexivamente abusos sexuales, a los que pegan o torturan de otra
manera, se supone que por su bien. A menudo los padres pueden aliviar el
propio cuerpo descargando contra los hijos sus desbordantes sentimientos,
que también fueron válidos para sus propios padres. No obstante, no
tardarán en enfermar cuando estos hijos, al menos en apariencia, los
rehúyan.
Los hijos y nietos actuales pueden sentir, pueden dar crédito a lo que
vieron y sintieron de pequeños, y no tienen por qué obligarse a cerrar los
ojos; porque la ceguera forzada la pagaron con enfermedades corporales o
anímicas, cuyas causas permanecieron veladas durante mucho tiempo.
Cuando dejen de participar en esta ocultación, tendrán la oportunidad de
romper la cadena de violencia y autoengaño, y no convertir más a sus hijos
en víctimas.
No hace mucho, en un programa de televisión abordaron los casos de
los niños que padecen neurodermatitis, es decir, sienten un incesante
escozor en el cuerpo. Los especialistas que aparecían en el programa
afirmaban unánimemente que esta enfermedad es incurable. En ningún
momento hablaron de causas psíquicas, aunque saltaba a la vista una cosa:
los niños que coincidían en la clínica con otros de su misma edad y que
padecían lo mismo, si bien no se curaban, mejoraban. Este mero hecho me
llevó a suponer como espectadora que los contactos en la clínica
produjeron a los niños la reconfortante sensación de no ser los únicos que
presentaban este extraño síntoma.
Poco después de ver este programa, conocí a Veronika, quien durante
su terapia desarrolló una neurodermatitis y con el tiempo se percató de que
era precisamente este síntoma el que le había facilitado la ruptura del
antiguo y funesto vínculo que le unía a su padre. Veronika era la pequeña
de cinco hermanas; sufrió abusos sexuales a manos de sus hermanas
mayores, su madre era alcohólica y amenazaba sin cesar la existencia de la
niña con inesperados ataques de ira. En esta situación, la niña abrigó la
vana esperanza de que su padre algún día la salvaría. Veronika idealizó a
su padre durante toda su vida, a pesar de que nunca hubo motivo ni
recuerdo alguno que justificaran tanta estima. El padre también era
alcohólico y sólo mostró hacia sus hijas interés sexual. Aun así, Veronika