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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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Introducción

El campo en el que la moral celebra sus mayores triunfos es el del

tratamiento de la anorexia nerviosa, también conocida simplemente como

anorexia. Es casi una norma que los sentimientos de culpa de los jóvenes

anoréxicos sean intensificados con advertencias más o menos claras:

«Mira lo infelices que haces a tus padres, mira cómo tienen que sufrir por

tu culpa». Con estas advertencias se ignora el sentido de dejar de comer,

su verdadero mensaje. Pues precisamente la anorexia muestra de forma

inequívoca con qué claridad el cuerpo emite señales y advierte a los

enfermos.

Muchos anoréxicos piensan: «Tengo que querer y honrar a mis padres,

perdonarles todo, entenderlos y tener pensamientos positivos para

aprender a olvidar; tengo que hacer esto, lo otro y lo de más allá, y no

revelar mi necesidad de ninguna manera».

Entonces surge la cuestión de quién soy yo si intento suprimir mis

sentimientos y ya no se me permite saber realmente qué siento, qué

percibo, qué quiero, qué necesito y por qué. Es cierto que puedo exigirme

altos rendimientos en el trabajo, en el de porte, en la vida cotidiana. Pero

cuando pretendo forzar los sentimientos (sea con ayuda o no del alcohol,

las drogas o los medicamentos), antes o después tendré que afrontar las

consecuencias del autoengaño. Me reduzco a una máscara y no sé en

absoluto quién soy en realidad. Porque la fuente de este conocimiento se

halla en mis sentimientos verdaderos, que concuerdan con mis

experiencias. Y el guardián de estas experiencias es mi cuerpo. Su

memoria.

No podemos querernos, respetarnos ni entendernos a nosotros mismos

si ignoramos los mensajes de nuestras emociones, como, por ejemplo, la

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