Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Introducción
El campo en el que la moral celebra sus mayores triunfos es el del
tratamiento de la anorexia nerviosa, también conocida simplemente como
anorexia. Es casi una norma que los sentimientos de culpa de los jóvenes
anoréxicos sean intensificados con advertencias más o menos claras:
«Mira lo infelices que haces a tus padres, mira cómo tienen que sufrir por
tu culpa». Con estas advertencias se ignora el sentido de dejar de comer,
su verdadero mensaje. Pues precisamente la anorexia muestra de forma
inequívoca con qué claridad el cuerpo emite señales y advierte a los
enfermos.
Muchos anoréxicos piensan: «Tengo que querer y honrar a mis padres,
perdonarles todo, entenderlos y tener pensamientos positivos para
aprender a olvidar; tengo que hacer esto, lo otro y lo de más allá, y no
revelar mi necesidad de ninguna manera».
Entonces surge la cuestión de quién soy yo si intento suprimir mis
sentimientos y ya no se me permite saber realmente qué siento, qué
percibo, qué quiero, qué necesito y por qué. Es cierto que puedo exigirme
altos rendimientos en el trabajo, en el de porte, en la vida cotidiana. Pero
cuando pretendo forzar los sentimientos (sea con ayuda o no del alcohol,
las drogas o los medicamentos), antes o después tendré que afrontar las
consecuencias del autoengaño. Me reduzco a una máscara y no sé en
absoluto quién soy en realidad. Porque la fuente de este conocimiento se
halla en mis sentimientos verdaderos, que concuerdan con mis
experiencias. Y el guardián de estas experiencias es mi cuerpo. Su
memoria.
No podemos querernos, respetarnos ni entendernos a nosotros mismos
si ignoramos los mensajes de nuestras emociones, como, por ejemplo, la