29.07.2020 Views

El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

»Hasta que me sentí profundamente comprendida por Susan. En ese momento

recuperé la esperanza, que quizá todos tengamos al nacer, de que puede existir un

intercambio verdadero. De un modo o de otro, todo niño intenta alcanzar a su madre.

Pero cuando la respuesta nunca llega, pierde la esperanza. Tal vez en esta negación de

la madre esté, en realidad, la raíz de la desesperación. Gracias a Susan parece que mi

esperanza revivió. Ya no quiero juntarme con gente como Klaus, que, al igual que hice

yo en el pasado, ha renunciado a la esperanza de una comunicación abierta; me

gustaría conocer a gente con la que poder hablar de mi pasado. Es probable que la

mayoría sienta miedo cuando mencione mi infancia, pero tal vez haya alguien que

también se abra. Sola con Susan me siento como si estuviese en otro mundo. No

entiendo cómo he podido aguantar a Klaus durante tanto tiempo. Cuanto más están mis

recuerdos en contacto con el comportamiento de mi padre, más claro tengo cuál es el

origen de mi vínculo con Klaus y con amigos similares.

»31 de diciembre de 2000

»Llevo mucho tiempo sin escribir nada, y hoy, tras un paréntesis de dos años, he

leído el diario de mi época de terapias. No he tardado mucho tiempo en leerlo, al menos

muy poco comparado con el largo tiempo en que acudí a las terapias debido a mi

anorexia nerviosa. Ahora me doy perfecta cuenta de lo alejada que estaba de mis

sentimientos y de cómo me aferré siempre a la esperanza de poder entablar algún día

una relación auténtica con mis padres. Pero todo esto ha cambiado desde entonces. Ya

hace un año que no voy a terapia con Susan y ya no la necesito, porque ahora soy

capaz de darle a la niña que hay en mí la comprensión que experimenté con Susan por

primera vez en mi vida. Ahora acompaño a la niña que un día fui y que sigue viviendo

en mí. Puedo respetar las señales de mi cuerpo, y he visto que, sin ejercer ninguna

presión sobre él, los síntomas desaparecen. Ya no tengo anorexia, tengo ganas de

comer y de vivir. Tengo algunos amigos con los que puedo hablar con franqueza, sin

miedo a que me juzguen. Las antiguas expectativas con respecto a mis padres se han

disipado de forma espontánea desde que no sólo mi parte adulta, sino también la niña

que hay en mi interior ha entendido que, debido a su anhelo, fue totalmente censurada

y rechazada. Además, ahora ya no me siento atraída por personas que podrían frustrar

mi necesidad de sinceridad y franqueza. Tropiezo con personas que tienen necesidades

parecidas a las mías, ya no tengo palpitaciones por las noches ni miedo de sentirme en

un túnel. Mi peso es normal, mis funciones corporales se han estabilizado y no tomo

medicamentos, pero también evito contactos a los que sé que tendría una reacción

alérgica. Y sé por qué. Entre esos contactos están también mis padres y algunos

familiares, que durante muchos años han estado dándome buenos consejos».

Pese a este cambio tan positivo, la persona real, a la que aquí he llamado

Anita, experimentó un tremendo retroceso cuando su madre logró forzarla

a que la visitara a menudo. La madre enfermó y culpó a Anita de su

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!