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El niño cautivo y la necesidad de negar el dolor
Yukio Mishima
Yukio Mishima, el célebre poeta japonés que en 1970, a la edad de
cuarenta y cinco años, se suicidó haciéndose el haraquiri, a menudo se
consideró a sí mismo un monstruo por su inclinación a lo morboso y lo
perverso. Sus fantasías giraban en torno a la muerte, al mundo tenebroso y
a la violencia sexual. Por otra parte, sus poesías traslucen una sensibilidad
excepcional que debió de sufrir mucho bajo el peso de las trágicas
experiencias de su infancia.
Nacido en 1925, Mishima fue el primogénito de sus padres, que de
recién casados, como todavía era habitual en el Japón de entonces, vivían
en casa de los abuelos. Muy pronto, su abuela, que tenía entonces
cincuenta años, se lo llevó consigo a su habitación, su cama estaba junto a
la de ella, y allí vivió durante años desconectado del mundo,
exclusivamente a merced de su abuela. Ésta padecía graves depresiones y
aterrorizaba al niño con sus ocasionales ataques de histeria.
Menospreciaba a su marido y también a su hijo, el padre de Mishima, pero
a su manera adoraba a su nieto, que le pertenecía sólo a ella. El poeta
recuerda en sus apuntes autobiográficos que en esa habitación, que
compartía con la abuela, hacía un calor sofocante y apestaba; sin embargo,
no habla de reacciones como la ira, ni protesta contra su situación, porque
ésta se le antojaba de lo más normal. Con cuatro años contrajo una grave
enfermedad, que fue diagnosticada como «autointoxicación» y que