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La lucha por la libertad en los dramas teatrales y
el grito ignorado del cuerpo
Friedrich von Schiller
Todavía hoy, a menudo se afirma que los niños no sufren ningún daño
cuando se les pega, y son muchas las personas que creen que su propia
vida es una muestra de dicha afirmación. Podrán creer esto mientras
permanezca oculta la relación que existe entre las enfermedades que
padecen en la vida adulta y los golpes recibidos en la infancia. El ejemplo
de Schiller pone de manifiesto lo bien que funciona esta ocultación,
aceptada sin críticas a lo largo de los siglos.
Friedrich von Schiller pasó sus tres primeros y decisivos años de vida
al lado de su cariñosa madre, junto a la que pudo desarrollar su
personalidad y su enorme talento. Cuando tenía cuatro años, su padre, un
déspota, volvió de la larga guerra. Friedrich Burschell, el biógrafo de
Schiller, lo describe como un hombre severo, impaciente, propenso a los
arrebatos de cólera y «muy obstinado». Según él, el objetivo de la
educación era impedir las manifestaciones espontáneas y creativas de su
alegre hijo. A pesar de ello, el rendimiento escolar de Schiller fue alto
gracias a su inteligencia y a su autenticidad, que, al amparo de la
seguridad afectiva de su madre, pudieron desarrollarse durante sus
primeros años de vida. Pero a los trece años el joven ingresó en la
academia militar y sufrió lo indecible con la disciplina a la que tuvo que
someterse. Como más tarde le sucederá al joven Nietzsche, contraerá