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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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sobre una hoja de aluminio calentada por debajo y el humo se inhala lo más hondo que

se pueda. Como la droga tiene que dar un rodeo por los pulmones, el efecto se hace

esperar unos minutos, es decir, una eternidad. El éxtasis sube a la cabeza despacio,

lentamente, el clímax liberador no llega nunca. Un poco como el sexo sin orgasmo.

»Además, inhalar era una tortura para mí. Soy asmático, mis pulmones enseguida

crepitaban, cada inhalación me dolía como una puñalada y me producía malestar y

ganas de vomitar. Cada infructuoso intento de pinchazo aumentaba mi inquietud.

»Mi mente estaba llena de imágenes, de recuerdos de instantes llenos de éxtasis y de

una intensidad inaudita. Del recuerdo de cómo a los catorce años descubrí, maravillado,

el hachís, porque de pronto no sólo oía música, sino que podía sentirla con todo mi

cuerpo; de cómo en pleno éxtasis de LSD y boquiabierto por el asombro, estando de

pie frente a un semáforo, el cambio de colores me producía pequeñas explosiones en el

cerebro. Y a mi lado mis amigos, unidos a mí de forma mágica. Recuerdos de mi

primer chute, que me enganchó como la primera experiencia sexual; de cómo la mezcla

de heroína y cocaína agitaba mis neuronas hasta hacerme vibrar de excitación nerviosa,

como si todo yo fuera una especie de gong chino gigante de carne y hueso; del efecto

de apaciguamiento general de la heroína, una especie de bálsamo caliente para el alma,

que te abraza como el líquido amniótico envuelve al feto […]».

Este joven expresa con gran claridad con qué fuerza emergen las

necesidades y los sentimientos reales cuando la droga no está al alcance de

la mano. Pero los auténticos sentimientos de carencia, de abandono y de

ira provocan pánico, por lo que han de combatirse de nuevo mediante la

heroína. Al mismo tiempo, con la droga se manipula el cuerpo para

«generar» sentimientos deseables y positivos. Mecanismo que,

naturalmente, también opera en el consumo de drogas legales como los

psicofármacos.

La dependencia compulsiva de sustancias puede causar efectos

catastróficos, precisamente porque obstruye el camino hacia los

verdaderos sentimientos y emociones. Es cierto que la droga produce

euforia y estimula la creatividad que un día se perdió a causa de la cruel

educación recibida, pero el cuerpo no tolera esta alienación de por vida. Ya

hemos visto en Kafka y en otros escritores y artistas que las actividades

creativas, como la escritura y la pintura, ayudan a sobrevivir durante algún

tiempo, pero no permiten el acceso, perdido a causa del temprano

maltrato, a las verdaderas fuentes vitales de una persona mientras ésta

tema conocer su historia.

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