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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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y producirá síntomas mientras sigamos sin querer reconocer el miedo, la

ira, la indignación y el horror del niño víctima de abusos sexuales.

Pero ni con la mejor de las intenciones podremos detectar las

situaciones pasadas si desatendemos nuestro presente. Sólo rompiendo con

la dependencia actual podremos reparar los daños, es decir, ver con

claridad las consecuencias de la dependencia más temprana y acabar con

ellas. Por ejemplo: Andreas, un hombre de mediana edad, tiene sobrepeso

desde hace muchos años y sospecha que este atormentador síntoma está

asociado a su relación con su padre, un hombre autoritario que lo

maltrataba. Pero no puede solucionarlo. Se esfuerza por perder peso, sigue

todas las prescripciones médicas y es capaz de sentir la ira hacia el padre

de su infancia, pero todo eso no le sirve de nada. Andreas sufre de

ocasionales arranques de ira, insulta a sus hijos, aunque no quiera hacerlo,

y le grita a su mujer, aunque tampoco quiera hacerlo. Se tranquiliza con

ayuda del alcohol, pero no se considera un alcohólico. Le gustaría ser

cariñoso con su familia, y el vino le ayuda a refrenar su impetuosa ira y le

permite experimentar sentimientos agradables.

En nuestra conversación, Andreas me contó accidentalmente que no

lograba acostumbrar a sus padres a que le avisaran por teléfono de sus

intenciones antes de visitarlo. Yo le pregunté si había expresado sus

deseos, y él me respondió con viveza que se lo decía cada vez, pero que

hacían caso omiso. Los padres consideraban que tenían derecho a pasar

por su casa porque la casa era de ellos. Yo, sorprendida, le pregunté que

por qué decían que era de ellos. Entonces me enteré de que, en realidad,

Andreas pagaba un alquiler por vivir en una casa propiedad de sus padres.

Le pregunté si no habría en el mundo entero alguna casa que pudiera

alquilar por el mismo precio, o un poco más alto, para que no dependiera

de sus padres, para evitar que lo sorprendieran a cada momento y pudieran

disponer de su tiempo. Entonces, con los ojos muy abiertos, me dijo que

hasta ahora nunca se había planteado esta cuestión.

Quizás esto resulte asombroso, pero no lo es si uno sabe que este

hombre permanece inmovilizado en la situación infantil, en la que debió

someterse a la autoridad, la voluntad y el poder de sus absorbentes padres

sin poder ver ninguna salida, con el miedo a que lo apartaran de sí. Este

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