You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
que, aunque de pequeña le pegaron y la sometieron a abusos sexuales,
también vivió buenos momentos junto a ellos. Su terapeuta le aseguró que
debía ponderar los momentos buenos y los malos, y entender como adulta
que los padres perfectos no existen y que todos, por fuerza, cometen
errores. Pero no se trataba de eso. Se trataba de que esta mujer, ahora
adulta, desarrollara una empatía hacia esa niña cuyo sufrimiento nadie vio,
porque fue utilizada para los intereses de sus padres, intereses que gracias
a su gran talento pudo satisfacer a la perfección. No obstante, si ha llegado
a sentir este sufrimiento y es capaz de acompañar a la niña que lleva
dentro, no debería tratar de compensar los momentos buenos con los
malos, porque con ello volvería a desempeñar el rol de la niña que quería
satisfacer los deseos de sus padres: quererlos, perdonarlos, recordar los
buenos momentos, etcétera. La niña intentó satisfacerlos sin cesar, con la
esperanza de entender las contradicciones de los mensajes y los actos de
sus padres, a los que estaba expuesta. Pero este «trabajo» interior no hizo
sino aumentar su confusión: era imposible que la niña comprendiera que
su madre se había parapetado en un búnker interior para protegerse de sus
propios sentimientos y que por eso vivía ajena a las necesidades de su hija.
Y si la persona adulta entiende esto, no debería perpetuar los desesperados
esfuerzos de la niña ni intentar obligarse a valorar objetivamente los
hechos, oponiendo lo bueno a lo malo, sino actuar según sus propios
sentimientos, que al igual que todo lo emocional son siempre subjetivos:
¿qué me atormentó durante mi infancia? ¿Qué es lo que no me permitieron
sentir?
No se trata de emitir un juicio global sobre los padres, sino de
encontrar la perspectiva del niño que sufre y no habla, y de romper un
vínculo que yo llamo destructivo. Como ya he dicho con anterioridad, este
vínculo está compuesto de gratitud, compasión, negación, nostalgia,
enmascaramiento y un sinfín de expectativas que nunca se satisfacen ni se
satisfarán. El camino hacia la madurez no pasa por la tolerancia a las
crueldades sufridas, sino por el reconocimiento de la propia verdad y por
el aumento de la empatía hacia el niño maltratado. Pasa por darse cuenta
de cómo los malos tratos han entorpecido la vida entera del adulto, de
cómo se desaprovecharon muchas oportunidades y de cuánta de esa