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desde su nacimiento y tenían que ver con la incertidumbre de sentirse o no
deseado.
A través de las habituales reprensiones y manifestaciones críticas de
sus padres, estos miedos latentes se fueron despertando una y otra vez. El
inteligente niño pudo haber pensado: «Mamá, soy una carga para ti, te
gustaría que fuera distinto, ¡me lo demuestras tan a menudo!; siempre me
lo estás diciendo». De pequeño, Marcel no pudo expresar esto con
palabras, y las causas de sus miedos permanecieron ocultas a todos. Solo,
acostado en la cama, esperaba una demostración de amor de su madre y
que ésta le explicara por qué quería que fuese diferente de como era. Y eso
le dolía. El dolor era, al parecer, demasiado grande para poder sentirlo, y
sus descubrimientos e interrogantes fueron dilucidados desde la literatura
y desterrados al reino artístico. A Marcel Proust se le negó la posibilidad
de descifrar el enigma de su vida. Creo que el «tiempo perdido» aludía a la
vida que no vivió.
Sin embargo, la madre de Proust no era peor ni mejor que la mayoría
de las madres de aquella época; no cabe duda de que, a su manera, ella se
preocupaba por el bienestar de su hijo. No obstante, no puedo estar de
acuerdo con el coro de biógrafos que elogia sus cualidades maternales,
porque no me identifico con el sistema de valores de esos biógrafos. Uno
de ellos afirma, por ejemplo, que la madre fue para el hijo un modelo de
abnegación, algo que considera una virtud. Tal vez sea cierto que Proust
aprendió de su madre a no disfrutar de su propia alegría, sólo que no
considero que semejante actitud ante la vida sea encomiable o que sea una
virtud.
La causa de su grave enfermedad fue el deber de estar completamente
agradecido y la imposibilidad de oponer resistencia a la coacción y el
control maternos. Fue la moral interiorizada la que obligó a Marcel Proust
a reprimir la rebelión.
Si alguna vez hubiera podido hablar en su propio nombre con su
madre, como dejó hablar a su héroe Jean Santeuil, no habría padecido
asma, no habría sufrido ataques de asfixia, no habría tenido que pasarse
media vida en cama y no habría muerto tan pronto. En la carta a su madre
escribe claramente que prefiere estar enfermo a correr el riesgo de