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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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desde su nacimiento y tenían que ver con la incertidumbre de sentirse o no

deseado.

A través de las habituales reprensiones y manifestaciones críticas de

sus padres, estos miedos latentes se fueron despertando una y otra vez. El

inteligente niño pudo haber pensado: «Mamá, soy una carga para ti, te

gustaría que fuera distinto, ¡me lo demuestras tan a menudo!; siempre me

lo estás diciendo». De pequeño, Marcel no pudo expresar esto con

palabras, y las causas de sus miedos permanecieron ocultas a todos. Solo,

acostado en la cama, esperaba una demostración de amor de su madre y

que ésta le explicara por qué quería que fuese diferente de como era. Y eso

le dolía. El dolor era, al parecer, demasiado grande para poder sentirlo, y

sus descubrimientos e interrogantes fueron dilucidados desde la literatura

y desterrados al reino artístico. A Marcel Proust se le negó la posibilidad

de descifrar el enigma de su vida. Creo que el «tiempo perdido» aludía a la

vida que no vivió.

Sin embargo, la madre de Proust no era peor ni mejor que la mayoría

de las madres de aquella época; no cabe duda de que, a su manera, ella se

preocupaba por el bienestar de su hijo. No obstante, no puedo estar de

acuerdo con el coro de biógrafos que elogia sus cualidades maternales,

porque no me identifico con el sistema de valores de esos biógrafos. Uno

de ellos afirma, por ejemplo, que la madre fue para el hijo un modelo de

abnegación, algo que considera una virtud. Tal vez sea cierto que Proust

aprendió de su madre a no disfrutar de su propia alegría, sólo que no

considero que semejante actitud ante la vida sea encomiable o que sea una

virtud.

La causa de su grave enfermedad fue el deber de estar completamente

agradecido y la imposibilidad de oponer resistencia a la coacción y el

control maternos. Fue la moral interiorizada la que obligó a Marcel Proust

a reprimir la rebelión.

Si alguna vez hubiera podido hablar en su propio nombre con su

madre, como dejó hablar a su héroe Jean Santeuil, no habría padecido

asma, no habría sufrido ataques de asfixia, no habría tenido que pasarse

media vida en cama y no habría muerto tan pronto. En la carta a su madre

escribe claramente que prefiere estar enfermo a correr el riesgo de

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