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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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Mejor matar que sentir la verdad

Hasta hace poco, el fenómeno de los asesinos en serie sólo preocupaba a

los profesionales. La psiquiatría apenas ha estudiado la infancia de los

delincuentes y ha considerado a los criminales como personas que han

nacido con instintos anormales. Da la impresión de que algo está

cambiando en este ámbito y que aumenta la comprensión.

Sorprendentemente, el día 8 de junio de 2003 Le Monde dedicó un

minucioso artículo a la infancia del criminal Patrice Alégre, y con unos

cuantos detalles queda claro por qué este hombre violó y estranguló a

diversas mujeres. Para entender cómo llegó a cometer estos crueles

asesinatos no se necesitan complicadas teorías psicológicas ni la

suposición de una maldad innata, sino sólo echar una mirada a la

atmósfera familiar en la que Patrice creció. Una mirada que, no obstante,

pocas veces se da, porque en la mayoría de los casos a los padres de los

criminales se los protege y absuelve de su responsabilidad.

Pero no es eso lo que hace el artículo de Le Monde. En pocos párrafos

se describe una infancia que no deja dudas del porqué de una trayectoria

delictiva.

Patrice Alégre fue el primogénito de un matrimonio muy joven que, en

realidad, no deseaba tener hijos. El padre era policía, y de él explica

Patrice en el juicio que no iba a casa más que para pegarle e insultarlo.

Odiaba a su padre y se refugió en su madre, a la que sirvió con lealtad y

que, al parecer, lo quería. Ella era prostituta y, aparte de masturbarse de

forma incestuosa con el cuerpo de su hijo, como supone el perito, utilizó

también al chico para que hiciera de vigilante en sus relaciones sexuales

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