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PRÓLOGO
El tema principal de todos mis libros es la negación del sufrimiento
padecido durante la infancia. Cada libro se centra en un aspecto concreto
de dicho fenómeno y arroja más luz sobre un área que sobre las demás. Por
ejemplo, en Por tu propio bien. Raíces de la violencia en la educación del
niño [1] , y en Du sollst nicht merken. [Prohibido sentir], puse de relieve las
causas y consecuencias de esta negación. Más tarde mostré sus
consecuencias en la vida adulta y en la vida social (por ejemplo en el arte
y la filosofía en La llave perdida, y en la política y la psiquiatría en
Abbruch der Schweigemauer [Rompiendo el muro del silencio]). Como los
aspectos individuales no son del todo independientes unos de otros,
lógicamente se dieron coincidencias y repeticiones. Pero el lector atento se
percatará sin problemas de que dichos aspectos están en cada obra en un
contexto diferente y de que los he explorado desde un punto de vista
distinto.
Sin embargo, sí es independiente del contexto el uso que hago de
determinados conceptos. Así, utilizo la palabra «inconsciente»
exclusivamente para designar elementos reprimidos, negados o disociados
(recuerdos, emociones, necesidades). Para mí, el inconsciente de cada
persona no es otra cosa que su historia, almacenada en su totalidad en el
cuerpo, pero accesible a nuestro consciente sólo en pequeñas porciones.
Por eso nunca utilizo la palabra «verdad» en un sentido metafísico, sino en
un sentido subjetivo, siempre ligado a la vida concreta del individuo. A
menudo hablo de «su» verdad (referida a él o a ella), de la historia de los
afectados, cuyas emociones presentan indicios y son testimonio de dicha
historia (véanse págs. 33 − 34 y 158 y sigs.). Llamo «emoción» a una