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La naturalidad del maltrato infantil
Hace años que leo los informes de los Foros «Nuestra Infancia [5] », y a
menudo me encuentro con lo mismo: la mayoría de los recién llegados al
foro escriben que ya han leído muchas cosas en él y que tienen dudas de si
están o no en el lugar adecuado, porque, en realidad, ellos no han sido
maltratados de pequeños y en el foro se han enterado de historias terribles;
aseguran que es cierto que les pegaban de vez en cuando, que fueron
menospreciados o humillados de alguna forma, pero que jamás sufrieron
tanto como muchos de los participantes en el foro. Sin embargo, con el
tiempo también estas personas hablan del indignante comportamiento de
sus padres, que puede ser abiertamente calificado de maltrato y que los
demás también perciben como tal. Lo que ocurre es que han necesitado un
tiempo determinado para sentir el sufrimiento de su infancia, y, gracias a
la empatía de los demás participantes, poco a poco han ido admitiendo sus
sentimientos.
Este fenómeno refleja la actitud de la población mundial en relación
con el maltrato infantil. A lo sumo, éste se considera una falta no
intencionada cometida por padres que abrigaban las mejores intenciones,
pero a los que tener que educar los desbordó. Asimismo, el desempleo o el
exceso de trabajo se designan como causantes de que un padre levante la
mano, y las tensiones en el matrimonio explican que las madres partan
perchas sobre los cuerpos de sus hijos. Explicaciones tan absurdas son
fruto de nuestra moral, que desde siempre se ha situado del lado de los
adultos y en contra del niño. Desde esta perspectiva nunca ha podido
percibirse el sufrimiento infantil; de este razonamiento nació mi idea de