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Todos los dictadores niegan el sufrimiento que han padecido en su
infancia y tratan de olvidarlo ayudándose de su megalomanía. Pero el
inconsciente de cada persona registra en las células del cuerpo su historia
completa y llega un día en que la impulsa a hacer frente a su verdad. Que
Saddam, precisamente con la gran fortuna que tiene, buscase un refugio
cerca de su lugar de nacimiento, donde de pequeño nunca se le dispensó
ayuda, en una región que inspiraba mucho recelo y que ni siquiera pudo
protegerle, vuelve a evidenciar que su infancia fue un callejón sin salida e
ilustra con claridad su compulsión a la repetición. Tampoco él pudo
escoger en su infancia.
La historia demuestra que el carácter de un tirano no cambia a lo largo
de su vida y que, en tanto no se le oponga resistencia, usa su poder de
forma destructiva, pues su verdadero e inconsciente objetivo, oculto tras
sus actividades conscientes, no varía: borrar con ayuda del poder las
humillaciones vividas en la infancia y después negadas. Pero como es
imposible conseguir eso, porque el pasado no se puede eliminar ni
dominar mientras uno niegue el sufrimiento experimentado, las empresas
acometidas por los dictadores están fatalmente abocadas a la pulsión a la
repetición. Siempre habrá nuevas víctimas que paguen el precio por ello.
Con su comportamiento, Hitler dirigió el mundo entero como su padre
lo había tratado a él de pequeño: con ansias destructivas, sin piedad, con
ostentación y brutalidad, jactanciosa y perversamente, con narcisismo,
estrechez de miras y estupidez. Con su imitación inconsciente le fue fiel a
su padre. De modo parecido actuaron dictadores como Stalin, Mussolini,
Ceaucescu, Idi Amin Dada y Saddam Hussein. Pero la biografía de
Saddam es el clásico ejemplo de humillación infantil extrema que más
tarde causará miles y miles de víctimas que deberán pagar la venganza del
tirano con sus vidas. Por grotesco que pueda parecer, la negativa a
aprender de estos hechos tiene una clara explicación.
El tirano sin escrúpulos moviliza los miedos reprimidos de los niños
que fueron maltratados en el pasado y que jamás pudieron, ni pueden en la
actualidad, culpar a unos padres a los que son fíeles pese a las torturas
sufridas. Todo tirano simboliza a este padre al que se aferra con todas sus