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El cuerpo nunca miente - Alice Miller (2)

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años, su idealizado padre le había pegado por celos, la terapeuta consideró

que ahora tenía que imaginárselo como alguien cariñoso y tratar de que

esta imagen positiva sustituyese a la antigua negativa. Esto, en realidad,

prolongó unos años más su idealización paterna. Entretanto, el tumor de su

matriz fue creciendo, hasta que ella tomó la decisión de enfrentarse a la

verdad que le señalaba su recuerdo real.

Estas y otras técnicas se brindan en numerosas terapias para

transformar los sentimientos negativos en positivos. Dicha manipulación

suele reforzar la negación que desde siempre ha ayudado al paciente a

ahuyentar el dolor de su verdad (que señalan las emociones auténticas). De

ahí que el éxito de semejantes métodos pueda ser sólo a corto plazo y muy

problemático; pues la emoción negativa originaria era una señal

importante del cuerpo. Y al ignorar su mensaje, el cuerpo tiene que enviar

mensajes nuevos para ser escuchado.

Los sentimientos positivos fingidos no solamente duran poco; también

nos dejan en el estado del niño, con sus infantiles esperanzas de que algún

día los padres muestren su lado bueno y nunca necesitemos sentir rabia o

miedo hacia ellos. Pero tenemos que (y podemos) liberamos desde este

preciso instante de estas ilusorias expectativas infantiles si queremos ser

adultos y vivir en nuestra realidad actual. Para eso es necesario que

podamos vivir las llamadas emociones negativas y transformarlas en

sentimientos sensatos, para ser capaces de detectar sus verdaderas causas

en lugar de querer deshacemos de ellas lo más rápidamente posible. Las

emociones vividas no son eternas. (Sin embargo, durante este breve lapso

de tiempo pueden liberar energías bloqueadas). Sólo cuando las

desterramos anidan en el cuerpo.

Los masajes de relajación y demás terapias corporales proporcionan un

gran alivio temporal, pues, por ejemplo, liberan músculos y tejidos

conjuntivos de la presión de las emociones reprimidas, mitigan tensiones y

eliminan los dolores. Pero es posible que, más adelante, esta presión

resurja si siguen ignorándose las causas de dichas emociones; porque la

expectativa infantil de un castigo todavía es muy fuerte en nosotros y por

eso tenemos miedo de disgustar a los padres o a quienes los sustituyen.

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