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nayagua

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la mujer deslumbradah omenaje a l uz m aría j iménez f aroEl pasado 12 de marzo de 2015 falleció en Madrid Luz María Jiménez Faro, una mujer queentendió la poesía como función de vida; a ella dedicó su labor profesional, al frente deEdiciones Torremozas durante más de treinta años, y ella ocupó gran parte de su espaciopersonal. Su labor para visibilizar la poesía escrita por mujeres forma parte de la historiade la cultura y de la dignidad de nuestro país. La echaremos mucho de menos.Como modesto pero muy sentido homenaje,reproducimos a continuación la entrevistaque Julieta Valero le realizó en de 2009 para elnº 9 de Nayagua.149Para abordar una trayectoria tan poliédricacomo la de Luz María Jiménez Faro –poeta,editora, ensayista, antóloga– uno intentaprimero la metodología de la obviedad:parcelemos. Entremos, por ejemplo, porla puerta de la estricta escritura (ocho libros de poesía) para tomar más tarde eldesvío hacia la edición (fundadora de Torremozas, única editorial dedicada a lasmujeres, más de quinientos títulos publicados desde 1982): ¿Desde cuándo tienesconciencia de ti como creadora? Afortunadamente, algunas personas logran articularsus pasiones de modo integral y no hay entrevista que ponga puertas al campode una vida en la que la poesía ha sido un órgano vital. Para esta mujer menuda,cálida y proteica, todo comenzó con un fogonazo que la situó ante sí misma y anteel mundo. Hay un deslumbramiento a los catorce años, cuando mi abuela me regala Laslenguas de diamante (1919), de Juana de Ibarbourou; fue una emoción absoluta, se meabrió un mundo. Es lo más importante que me ha sucedido: el descubrimiento de la poesía.A partir de ahí la alquimia de una vida dedicada a la palabra: leer y escribir incansablementey hacer visibles los versos de los demás: Después tuve la suerte de editarese mismo libro, en la colección Torremozas, en 1999.Prefiere que nos encontremos en su casa (en Torremozas suena el teléfono, aquívamos a estar más tranquilas…). En efecto. Un piso alto, un salón luminoso, ventanalabierto al sol benéfico de invierno, paredes forradas de poesía, la habitación propiawoolfiana –ese espacio de conquista impensable en este país hace unas décadas– yque ella ejemplifica aunque lo exteriorice con no poco pudor. Todas esas grandespoetisas hispanoamericanas: –Ibarbourou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni– ya estabanpublicadas en 1915. Aquí en España no había nada hasta 1926, cuando sale En silencio, deErnestina de Champourcin. Las mujeres no escribían. Yo me formé leyéndolas, también a

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