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nayagua

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151eso que ha surgido les es ajeno, que no ha salido de uno. En mi caso, aflora un tema, un“asunto” y se inaugura con eso el trabajo poético, pero a nivel mental. Paso meses elaborándolointeriormente y llega un momento en que debo plasmarlo en papel. Entonces meaíslo. Trabajo espontánea, intuitivamente. Apenas corrijo. Y trabajo con series, siempreconcibo un poemario completo. Cuando sale el libro, me olvido de él. No me sé un poemamío y nunca he vuelto a uno de mis libros. Francamente, vivo esa necesidad de la escrituray luego ahí queda. Le lanzo otro verso suyo: “Detesto las abejas desde niña porquejamás poseerán los mares”. ¿La poesía tiene un afán totalizador, de aprehender lavida con mucha osadía, con mucha fuerza? Hay un mundo real y otro irreal, inasible,que no se puede aprehender pero que está presente en la imaginación. Hay que darle lavuelta a la “normalidad”; el poeta insiste en esa visión desde un ángulo diferente y sacaunas conclusiones también distintas de lo común.Gran conocedora de las poéticas diversas de la contemporaneidad, tantos añosde piel con piel con la escritura de los otros, y con la perspectiva de la insistencia enla labor poética, le pido que me busque las constantes de su poesía. Aquí me encuentrocon un problema muy grave para mí: la doble vida, la escisión entre poeta y editora. Laedición también es una forma de creación. El libro es algo imprescindible. Es un objeto queestablece un juego casi erótico con el lector. Lo ves, lo tocas… luego llegas a su fondo, a laescritura. Cuando sucede eso, el libro perdura para siempre. Más allá del libro electrónico,de ese debate sobre si pervivirá el papel, creo que siempre habrá un número importante depersonas que lo valoren como hecho físico. Y eso le concede una pequeña cuota de inmortalidad.En cuanto a mi identidad como poeta, tengo la necesidad de escribir pero no le doyimportancia… ¡Pero la tiene! Salto, he de saltar. Luz se ríe, antes con los ojos que conla palabra. Es un gesto concesivo, dulce, el gesto estructural de una dadora de profesión,me parece. He estado muy volcada en la poesía de los demás… Sé ver a los demás,aunque desde luego no toco una coma de sus textos, sí les sugiero por dónde pulir, sí tengoque hacer una labor de dirección editorial con las diferentes colecciones; y analizar lo queme llega, para mantener la pluralidad, independientemente de mis gustos personales. Todolo que comporte calidad tiene cabida. Pero como poeta mi forma de trabajo es otra como dije,mucho más intuitiva que analítica. Muy íntima. Volvamos a la soledad. “Oh poesía,no te detengas nunca, lanza siempre tu metralla de sueños y déjanos vivir contigoa solas”. ¿Se le da caza o sorprende y sobreviene? Es un estado de ánimo interno; lanecesitas para conectar con lo que está bullendo en tu interior. Y una vez que sientes la urgenciade ese espacio, hay que propiciarlo. Yo me aíslo absolutamente. No hablo con nadie,no quiero oír nada. Ni música. Por alusiones, la interrumpo de nuevo con sus propiosversos: “Nada hay tan evocador como la música. La música y los olores vienen adesordenar los cánones establecidos en nuestra vida cotidiana”. Cuando has leídomucho el ritmo está interiorizado, la música viene sola. Eso a lo que te refieres pertenece allibro Bolero (Madrid, 1993). Más allá de los ritmos internos, esa forma musical marcó a

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