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nayagua

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Al ritmo oscilante entre planos cronológicos diferentes corresponde, formalmente,el sapiente entramado métrico, que privilegia la presencia espontánea deendecasílabos, setenarios y alejandrinos. El primer poema “Carboneras, verano2013” se abre de hecho con un bello dístico inicial de invitación al carpe aestatemglosado por el sabio y periódico aviso paterno, hasta convertirse en constante auspicioa no olvidar: “guárdalo en la memoria, protegido / como licor que abrigue /cuando llegue el glaciar de la vejez). También el segundo poema (“La chanca, verano1962”), entre reminiscencias clásicas y reconocibles ecos gongorinos (las mujeresque van a la fuente “a succionar, como avispas hidrófilas, / un agua pequeñita”y la luz que “chupa con furia el mundo / y el sol baja y embiste como el toro /de la calamidad”), es una proyección autobiográfica en la que se tensa el cordónumbilical que une a la poeta con el mar, con el verano, con el desierto almeriense,y su sed perenne. El recuerdo de aquel contexto árido y sediento, conlleva el delos mitos griegos, con su solemne realismo y su orgulloso rechazo del happy endinghollywoodiano. Y mientras en la pantalla se metamorfosean románticamente a losvampiros en “exangües, inquietantes criaturas urbanitas”, el sur del mundo nosbrinda esperpéntico su cotidiana fagomaquia (“Quirópteros”).La palabra poética de Luque se hace denuncia, mientras sigue jugando irónica,con los clichés de la vida veraniega: desde los crucigramas (“Pasatiempo español”)hasta los modernos periplos náuticos, como en la bella silva “Temporada de cruceros”,y épicos terrestres, como los que se cumplen a bordo de la popular línea deautobuses que “se adentran como rojas lombrices pertinaces” en las entrañas de laEspaña más profunda (“Alsinas”), o transitando por la voluptuosidad de balneariosy SPA y deslizándose como el gusto dulciamargo de un Negroni.Según declara Luque “Todos somos Simbad o don Quijote” llamados a viajardentro y fuera de los libros, dentro y fuera de la realidad; Odiseos que se embarcancada día dirigiendo su proa “hacia el abismo / para morir viviendo” (“Simbad odon Quijote”) y cuya adolescencia naufraga en botellones escolásticos abusivos ynada filosóficos (“Matar a Platón. Caso práctico”).Incluso el plástico industrial menos biodegradable o la más impoética craquelurede una cáscara de huevo duro, ascienden a materia poética, tan dura y heroicacomo la del bronce del vigoroso Hércules Gaditanus.La invitación a apurar la copa del placer, del hic et nunc, la célebre consigna delcollige virgo rosas se hace juego poético tomando la forma de un soneto asonantado(“Jugar con Ronsard”), o de unas coplas de alejandrinos de gusto modernista (“Jugarcon Yeats”). Se trata de irónicos divertissements en los que Luque prefigura lamadurez de los dos grandes poetas y el dulce zumo de la fruta que fue de un día,y de la que solo queda el recuerdo ácido. La vejez, evocada y constantemente presagiada,asume el perfil de la catástrofe, con su amargo y tajante amonestamiento:“recuerda que ya nadas más cerca del estuario / que de la efervescente catarata”197

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