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nayagua

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Todavía un fuego que ardelara morenoHaz lo que te digoMiriam ReyesMadrid, Bartleby, 2015Conocí la obra de Miriam Reyes hace muchos años, en esa época aviesa de primerajuventud en la que uno busca universos paralelos con la sed desértica delmundo por hacer. Ese momento en que no hay una dirección previa, donde noexiste el canon, solo la boca abierta de la sorpresa y la energía imparable del rastreode palabras, de páginas, mano acariciadora de estanterías repletas, glotonería. Lospoemas de Miriam Reyes llegaron a la que entonces era mi casa con el ánimo deldestrozo, de la revolución. Me daban un poco de miedo y un poco de risa nerviosa,no la risa bufona de la diversión, sino esa risa que tiembla del agujero abierto yllagado de los misterios. Miriam era lo desconocido y lo cercano, porque dentro desus versos existía para mí la incomprensible empatía del dolor no experimentado ydel dolor ya curado. Había algo de látigo y de distancia, una especie de terremotoincisivo: mira lo que te cuento, me decía, estoy contando esto que nadie se atrevea contar. Decía, también: mira lo que te cuento, estoy contando esto que quizá nole interese a nadie, porque es algo que ha salido de aquí de debajo de mi ombligo,de aquí de debajo de la piel blanca de mis muslos si la rasco, si me hago un pocode sangre. Decía: no mires para otro lado, mira esta herida roja. Y yo la miraba, eintentaba taparme los ojos con las manos, dejando siempre un resquicio entre misdedos para que el verso, impecablemente construido, elegido como por arte de magiaentre los cien versos que podrían haber ilustrado la pequeña herida pero sin serninguno de los noventa y nueve sino precisamente el número cien, el verso látigo,el dulce verso terremoto, el verso de Miriam Reyes y ninguno otro, saltase a mispupilas y se instalase ahí, donde se guardan los descubrimientos. “Anda, hombre,levántate de ti”, decía Miriam Reyes, y yo me levantaba, y huía.Pasaron muchos años con la vida. Miriam dejó de ser un descubrimiento paraser una certeza, un referente, y más tarde, tras otro montón de años y la vida, Miriampasó a ser alguien cercano y accesible con quien compartir intimidad y la luzde las mañanas de la sierra de la Tramontana. Para entonces, su poesía ya era elregalo sólido y vibrante que es hoy, algo que yo de pronto tenía el lujo de escuchardirectamente de sus labios. A nuestro alrededor, la piedra gris se volvía cálida al211

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