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nayagua

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texto (y no la escribiente aclara Laia) aspira “al hundimiento”: El sujeto se diluyecomo consecuencia del camino –la práctica textual-vital– que ha decidido tomar. Elsegundo camino lo presenta bajo la imagen de la tenia, un dispositivo (seguramentehecho con la misma materia del cuerpo pero al mismo tiempo extraño) que noprolonga hacia afuera la capacidad de acción y contacto de la escribiente, sino que“se apropia del viajero, se alimenta de lo que ingiere”. El tercer camino, el que Laiadice conocer mejor, es el “yuxtapuesto a lo propio”, el que, a pesar de ser un caminodoble, “el viajero lo percibe como una unidad”. Es importante destacar que en todoslos casos lo textual es concebido como un ente independiente, con sus dinámicas,capaz de generar movimiento propio. La viajera sabe que el camino no se abre ni seconquista, sino que se experiencia.La mujer cíclica da refugio a un coro de lectoras y escritoras “desconfiadas”, hipersensibles,con ojos que interrogan en la noche y recelan de las luces. Es así queen uno de los últimos poemas La mujer desconfiada dice: “‘Serré mis dientes/ paraque no se los llevaran.’/Dice: ‘Podrías ser tú/ el lenguaje que me expolia.’” (2014:90). Ahora bien, lo que hace de este libro raro una piedra preciosa es que, mientrasdesconfía del presente cultural impuesto, también canta la belleza de una genealogíafragmentada, que aparece siempre como parpadeo pero llena de potencialidad,poderosamente viva:Anactoria, a través de los siglos retorno a ti, a través de los siglos,Anactoria, hacia la isla, hacia la isla desmembrada donde solo unacanta; rocé tu cuerpo Anactoria y la belleza se pareció al contactocon tu cuerpo y la belleza se pareció a la posibilidad y la bellezase pareció al nombre de la máscara en metamorfosis, Anactoria, alestado crisálida del nombre, al parpadear de la crisálida, a la máscarade la crisálida en el encantamiento, al desandar de la hebra invisible,Anactoria, debíamos partir en otro ciclo suspendidas del cuerpo ysus trampas, la materia, la forma, y las guerras de los hombres que noeran más que una estación de paso, valle ambiguo, cristalina cueva dedisolución, Anactoria, tal vez tu brazo, la piel distendida y rumianteera sin mito, Anactoria, sin sueño, tan solo piel y en ella el calor y elfrío y el entre y todos los matices y en ella ser polvo de mariposa yrodeo y en ella quedar rasgada quedar abierta Anactoria. (2014:88)195Bibliografía citada–Kristeva, Julia, Revolution in Poetic Language, New York, Columbia University Press, 1984.–López Manrique, Laia, La mujer cíclica, Barcelona, La Garúa, 2014.

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