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nayagua

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“Esto no es un libro: quien lo toca,toca a un hombre”luis ingelmo244Hojas de hierba. Edición completa; selección de prosasWalt WhitmanEdición y traducción de Eduardo MogaBarcelona, Galaxia Gutenberg, 2014Le propongo al lector un juego en el que tendrá que adivinar, si tiene a bien jugarconmigo, quién es el autor de cada una de las tres versiones o traducciones de unfragmento de Hojas de hierba de Walt Whitman que a continuación escribiré. Paramayor exactitud, el ejercicio –o juego, como hemos convenido en llamarlo hace uninstante– versará sobre “Song of Myself”, el celebérrimo canto con el que, dicenalgunos, comienza la poesía estadounidense liberada de las ataduras del romanticismo(con mayor o menor influencia inglesa), aunque quizá demasiado cercanaal movimiento trascendentalista (el de Emerson y Thoreau), en particular por lanecesaria relación del hombre y la naturaleza con el fin de conseguir la unidad delser humano y su divinidad, llámese a esta orden general, cosmos, alma primordial,o como se prefiera. Leyéndolo, sin embargo, me da la impresión de que a Whitmanel trascendentalismo no le terminaba de llenar, que no acababa de creérselo deltodo. No pongo en duda que las primeras fases de su libro [¿lo llamamos así o preferimosel otro de proyecto de vida, germen y espiga y fruto de la labor cotidianay anual, cíclica y en constante crecimiento, debatiendo consigo mismo para encontrarla expresión perfecta, la entonación requerida, el matiz singular que capte lomínimo, lo más recóndito, día a día, año a año, hasta llevarse sus folios incluso asu lecho de muerte, buscando entonces darles un último lavado de cara, el tintecaracterístico y postrero?] que, como decía, en los primeros estadios de la composiciónde su obra Whitman conjugase el verbo “trascender” de mil y una formas,y que se sintiese atraído por lo que de unión humano-naturaleza ese pensamientofilosófico ofrecía –una doctrina filosófica deudora, por otra parte, del idealismotrascendental kantiano: pero esto casi no hace ni falta señalarlo, pues en su propiaetiqueta se percibe ya su parentesco–, así como el rechazo frontal a la esclavitudque compartía con Emerson. Pero, en fin, además del propio título de su libro, tanherborizador, hay en él tantas versiones de sí mismo, tantas facetas, que me sientotentado a comenzar nuestra andadura, antes incluso de pasar a la adivinanza con

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