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nayagua

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Seguramente, Pérez Walias no se reconocería como un poeta de la desconfianzadel lenguaje y, si Antonio Gamoneda (uno de sus maestros reconocidos, junto a JuanCarlos Mestre), constatara que “es perverso el idioma pero es enjundia de mi cuerpo”,el poeta placentino se declara lejos de aceptar cualquier perversión en la materia delos versos. En su “Oficio y confesión”, la breve poética antepuesta a esta antología, declaracreer que la poesía puede rescatar, desde “la oscuridad recóndita de nuestro ser,lo esencial de nosotros mismos y transmitirlo, para hacerlo palpable y visible, a nuestrossemejantes”, una profesión de fe casi platónica que parecería imponer ciertoslímites (dentro de los cuales, sin duda, pueden alcanzarse grandes cotas de emoción)de una obra que aún creería en una identidad estable con un núcleo esencial, dignode trasladar al prójimo. Y sin embargo, en los poemas más destacados de los últimoslibros de Pérez Walias percibimos atisbos de lo contrario, de la duda plenamente contemporáneasobre cualquier posible esencia personal, ya apuntada en el citado versode Juan Ramón. Así, en el asombroso “Sensación de estar y no”, donde el poeta seretrae hacia los márgenes, hacia “los bordes de la doblez, de la miseria / y del hombre”,esa doblez, pliegue barroco y deleuziano en el que se refugiaría, entre la puestaen cuarentena de la razón y la ironía, con la “tibia sensación de estar y no estar, / deestar completamente fuera del mundo, / de no estar para nadie ni para nada”. Desde2009, con Largueza del instante, las combinaciones de eneasílabos y endecasílabos quepredominaban en sus libros anteriores deja paso al versículo y, en ocasiones, al poemaen prosa, a la vez que aparecen imágenes de un irracionalismo antes ajeno al autor,cercano a la poética de Hijos de la ira de Dámaso Alonso (con homenaje consciente ensu “Mujer con pañuelo” al célebre “Mujer con alcuza”) y que alcanza su plenitud enArrojar piedras (2011), con ecos reconocibles tanto del Alberti surrealista y del Lorcade Poeta en Nueva York como del más cercano Juan Carlos Mestre, deudas que noempecen la profunda autenticidad de una voz que, a pesar de su declarada fe en ellenguaje, ha aprendido con el paso del tiempo “el dolor de las palabras” y a la que “laescritura, a veces, como la lentitud del paso de las estaciones o la visita inoportunadel sufrimiento, se me antoja cuesta arriba, y otras veces, soportable, a duras penas”.En su hasta la fecha último poemario Al Qarafa (2014), y a la espera de su inminenteW, Pérez Walias experimenta con el aforismo y el poema en prosa bajoel hilo temático de la coexistencia entre muertos y vivos, que encuentra su mejorreflejo en el cementerio de El Cairo que da título a su libro. Lejos de anquilosarseen la repetición de un estilo asumido por mero prurito de continuidad, los últimospoemarios de Javier Pérez Walias apuntan a una desestabilización y explosión deformas, consecuente con el cuestionamiento que expresa, en “La del alba sería” unpoema perteneciente a Arrojar piedras que, bajo su apariencia jocoseria, expone demodo magnífico hacia donde avanza una poética que combina reinvención y fidelidaden cada nuevo libro: “Creo que es el momento propicio / para acometer denuevo la tarea más ardua: la de pensarme la de pensarnos / una vez más”.205

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