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nayagua

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el quinto toro54Nos debatíamos en las sombras y pasillosde aquella casa que ya no era tu casa ni la nuestra.Aquellos eran tiempos de oscuridad cercados.Eran otros tiempos distintos a los tuyos.Era el mundo sin ti. Y nosotros, altivos y al acecho,leíamos tus versos en aquel bar del Madrid Centro.Quinto Toro, se llamaba el bar.Y nosotros, sin nombre aún,recostados en las mesas de madera brillante,rezábamos tus versos con la boca apretaday los dientes al filo de la sangre.Yo leía siempre los mismos poemas.El niño yuntero eran mis versos.El puño en alto los leía. Madrid, años sesenta.Éramos muchos a decirte y a mí me dejaban la voz.A pesar de la niebla y del corazón hecho a pedazosa mí me dejaban decirte en voz muy alta.Como un grito. Como un ensalmo tu voz en la mía.Nada era mejor que esa costumbre nuestrade hablar sobre tus pasos en la tierra,de la sombra de tus pasos y tu muerte.Allí juntos. Apretados los hombros.Marcados y nacidos para el lutoy como el toro tuyo marcadospor un hierro infernal en el costado.Pero a pesar de todo había luz. Te lo juro.Un rayo de esperanza se filtraba en los sótanosy nos abría caminos como renglones blancosdonde escribirte un día. Donde recuperarte.

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