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Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

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de la buena fama, bendecido por el obispo. La forma es.: Te signo con el signo de la<br />

cruz y confirmo con el crisma de la salud, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del<br />

Espíritu Santo. El ministro ordinario es el obispo. Y aunque el simple sacerdote puede<br />

administrar las demás unciones, ésta no debe conferirla más que el obispo, porque sólo<br />

de los Apóstoles —cuyas veces hacen los obispos—se lee que daban el Espíritu Santo<br />

por la imposición de las manos, como lo pone de manifiesto el pasaje de los Hechos de<br />

los Apóstoles: Como oyeran —dice—los Apóstoles, que estaban en Jerusalén, que<br />

Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. Llegados<br />

que fueron, oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no<br />

había venido sobre ninguno de ellos, sino que estaban sólo bautizados en el nombre del<br />

Señor Jesús. Entonces imponían las manos sobre ellos y recibían el Espíritu Santo [Act.<br />

8, 14 ss]. Ahora bien, en lugar de aquella imposición de las manos, se da en la Iglesia la<br />

confirmación. Sin embargo, se lee que alguna vez, por dispensa de la Sede Apostólica,<br />

con causa razonable y muy urgente, un simple sacerdote ha administrado este<br />

sacramento de la confirmación con crisma consagrado por el obispo. El efecto de este<br />

sacramento es que en él se da el Espíritu Santo para fortalecer, como les fue dado a los<br />

Apóstoles el día de Pentecostés, para que el cristiano confiese valerosamente el nombre<br />

de Cristo. Por eso, el confirmando es ungido en la frente, donde está el asiento de la<br />

vergüenza, para que no se avergüence de confesar el nombre de Cristo y señaladamente<br />

su cruz que es escándalo para los judíos y necedad para los gentiles [cf. 1 Cor. 1, 23],<br />

según el Apóstol; por eso es señalado con la señal de la cruz.<br />

El tercer sacramento es el de la Eucaristía, cuya materia es el pan de trigo y el vino<br />

de vid, al que antes de la consagración debe añadirse una cantidad muy módica de agua.<br />

Ahora bien, el agua se mezcla porque, según los testimonios de los Padres y Doctores<br />

de la Iglesia, aducidos antes en la disputación, se cree que el Señor mismo instituyó este<br />

sacramento en vino mezclado de agua; luego, porque así conviene para la<br />

representación de la pasión del Señor. Dice, en efecto, el bienaventurado Papa<br />

Alejandro, quinto sucesor del bienaventurado Pedro: “En las oblaciones de los misterios<br />

que se ofrecen al Señor dentro de la celebración de la Misa deben ofrecerse en sacrificio<br />

solamente pan y vino mezclado con agua. Porque no debe ofrecerse para el cáliz del<br />

Señor, ni vino solo ni agua sola, sino uno y otra mezclados, puesto que uno y otra, esto<br />

es, sangre y agua, se lee haber brotado del costado de Cristo”. Ya también, porque<br />

conviene para significar el efecto de este sacramento, que es la unión del pueblo<br />

cristiano con Cristo. El agua, efectivamente, significa al pueblo, según el paso del<br />

Apocalipsis: Las aguas muchas... son los pueblos muchos [Apoc. 17, 15].<br />

Y el Papa Julio, segundo después del bienaventurado Silvestre, dice: “El cáliz de]<br />

Señor, según precepto de los cánones, ha de ofrecerse con mezcla de vino y agua,<br />

porque vemos que en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la sangre<br />

de Cristo. Luego cuándo en el cáliz se mezcla el agua y el vino, el pueblo se une con<br />

Cristo y la plebe de los creyentes se junta y estrecha con Aquel en quien cree”. Como<br />

quiera, pues, que tanto la Santa Iglesia Romana, que fue enseñada por los beatísimos<br />

Apóstoles Pedro y Pablo, como las demás Iglesias de latinos y griegos en que brillaron<br />

todas las lumbreras de la santidad y la doctrina, así lo han observado desde el principio<br />

de la Iglesia naciente y todavía la guardan, muy inconveniente parece que cualquier<br />

región discrepe de esta universal y razonable observancia. Decretamos, pues, que<br />

también los mismos armenios se conformen con todo el orbe cristiano y que sus<br />

sacerdotes, en la oblación del cáliz, mezclen al vino, como se ha dicho, un poquito de<br />

agua. La forma de este sacramento son las palabras con que el Salvador consagró este<br />

sacramento, pues el sacerdote consagra este sacramento hablando en persona de Cristo.<br />

Porque en virtud de las mismas palabras, se convierten la sustancia del pan en el cuerpo

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