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Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

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colocaban su esperanza en los ídolos [cf. Ps. 184, 15 ss]; sino porque el honor que se les<br />

tributa, se refiere a los originales que ellas representan; de manera que por medio de las<br />

imágenes que besamos y ante las cuales descubrimos nuestra cabeza y nos<br />

prosternamos, adoramos a Cristo y veneramos a los Santos, cuya semejanza ostentan<br />

aquéllas. Cosa que fue sancionada por los decretos de los Concilios, y particularmente<br />

por los del segundo Concilio Niceno, contra los opugnadores de las imágenes [v. 302<br />

ss].<br />

Enseñen también diligentemente los obispos que por medio de las historias de los<br />

misterios de nuestra redención, representadas en pinturas u otras reproducciones, se<br />

instruye y confirma el pueblo en el recuerdo y culto constante de los artículos de la fe;<br />

aparte de que de todas las sagradas imágenes se percibe grande fruto, no sólo porque<br />

recuerdan al pueblo los beneficios y dones que le han sido concedidos por Cristo, sino<br />

también porque se ponen ante los ojos de los fieles los milagros que obra Dios por los<br />

Santos y sus saludables ejemplos, a fin de que den gracias a Dios por ellos, compongan<br />

su vida y costumbres a imitación de los Santos y se exciten a adorar y amar a Dios y a<br />

cultivar la piedad. Ahora bien, si alguno enseñare o sintiere de modo contrario a estos<br />

decretos, sea anatema.<br />

Mas si en estas santas y saludables prácticas, se hubieren deslizado algunos<br />

abusos; el santo Concilio desea que sean totalmente abolidos, de suerte que no se<br />

exponga imagen alguna de falso dogma y que dé a los rudos ocasión de peligroso error.<br />

Y si alguna vez sucede, por convenir a la plebe indocta, representar y figurar las<br />

historias y narraciones de la Sagrada Escritura, enséñese al pueblo que no por eso se da<br />

figura a la divinidad, como si pudiera verse con los ojos del cuerpo o ser representada<br />

con colores o figuras...<br />

Decreto sobre las indulgencias<br />

Como la potestad de conferir indulgencias fue concedida por Cristo a su Iglesia y<br />

ella ha usado ya desde los más antiguos tiempos de ese poder que le fue divinamente<br />

otorgado [cf. Mt. 16, 19; 18, 18], el sacrosanto Concilio enseña y manda que debe<br />

mantenerse en la Iglesia el uso de las indulgencias, sobremanera saludable al pueblo<br />

cristiano y aprobado por la autoridad de los sagrados Concilios, y condena con anatema<br />

a quienes afirman que son inútiles o niegan que exista en la Iglesia potestad de<br />

concederlas...<br />

De la clandestinidad que invalida el matrimonio<br />

[De la Sesión XXIV, Cap. (I) “Tametsi, sobre la reforma del matrimonio]<br />

Aun cuando no debe dudarse que los matrimonios clandestinos, realizados por<br />

libre consentimiento de los contrayentes, son ratos y verdaderos matrimonios, mientras<br />

la Iglesia no los invalidó, y, por ende, con razón deben ser condenados, como el santo<br />

Concilio por anatema los condena, aquellos que niegan que sean verdaderos y ratos<br />

matrimonios, así como los que afirman falsamente que son nulos los matrimonios<br />

contraídos por hijos de familia sin el consentimiento de sus padres y que los padres<br />

pueden hacer válidos o inválidos; sin embargo, por justísimas causas, siempre los<br />

detestó y prohibió la Iglesia de Dios. Mas, advirtiendo el santo Concilio que, por la<br />

inobediencia de los hombres, ya no aprovechan aquellas prohibiciones, y considerando<br />

los graves pecados que de tales uniones clandestinas se originan, de aquellos<br />

señaladamente que, repudiada la primera mujer con la que contrajeron<br />

clandestinamente, contraen públicamente con otra, y con ésta viven en perpetuo<br />

adulterio; y como a este mal no puede poner remedio la Iglesia, que no juzga de lo<br />

oculto, si no se emplea algún remedio más eficaz; por esto, siguiendo las huellas del

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