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Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

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siquiera de los muchos dichos de San Roberto Belarmino a este propósito: “El sacrificio<br />

—dice— se ofrece principalmente en la persona de Cristo; así, pues, esta oblación que<br />

sigue a la consagración es como una testificación de que toda la Iglesia consiente en la<br />

oblación hecha por Cristo y de que juntamente con Él la ofrece”. No menos claramente<br />

indican y manifiestan también los ritos y oraciones del sacrificio eucarístico que la<br />

oblación de la victima es hecha por los sacerdotes juntamente con el pueblo...<br />

Ni es de maravillar que los fieles sean elevados a semejante dignidad. Porque por<br />

el lavatorio del bautismo, son hechos los cristianos por título general, en el Cuerpo<br />

místico, miembros de Cristo sacerdote y en virtud del carácter que queda como<br />

esculpido en su alma, son diputados para el culto divino y, consiguientemente,<br />

participan, según su condición, del sacerdocio de Cristo...<br />

Pero hay también una razón íntima para que pueda decirse que también los fieles,<br />

mayormente los que asisten al altar, ofrecen el Sacrificio.<br />

Para que en materia tan grave no se deslice un pernicioso error, es preciso<br />

circunscribir la voz “ofrecer” dentro de los límites de su propia significación.<br />

Efectivamente, aquella incruenta inmolación, por la que, pronunciadas las palabras de la<br />

consagración, Cristo se hace presente en estado de víctima sobre el altar, se realiza por<br />

solo el sacerdote, en cuanto representa la persona de Cristo, no en cuanto representa a<br />

los fieles. Mas por el hecho de que el sacerdote pone sobre el altar la victima divina,<br />

preséntala como oblación a Dios Padre para gloria de la Santísima Trinidad y en bien de<br />

toda la Iglesia. Ahora bien, en esta oblación, estrictamente dicha, los fieles participan a<br />

su modo y por doble razón: porque no sólo por manos del sacerdote, sino con él en<br />

cierto modo ofrecen también el sacrificio: por esta participación, también la oblación<br />

del pueblo forma parte del culto litúrgico mismo.<br />

Ahora, que los fieles ofrecen el sacrificio por manos del sacerdote es evidente por<br />

el hecho de que el ministro del altar representa la persona de Cristo, y como Cabeza que<br />

ofrece en nombre de todos los miembros; de donde resulta que con razón se dice que<br />

toda la Iglesia presenta por medio de Cristo la oblación de la victima. Mas que el pueblo<br />

ofrezca juntamente con el sacerdote, no se establece por razón de que los miembros de<br />

la Iglesia realicen el rito litúrgico visible de la misma manera que el sacerdote, cosa que<br />

atañe sólo al ministro divinamente diputado para ello; sino porque une sus votos de<br />

alabanza, de impetración, de expiación y de acción de gracias con los votos o intención<br />

de la mente del sacerdote y hasta del mismo Sumo Sacerdote, con el fin de que sean<br />

presentados a Dios Padre en la misma oblación de la victima, aun por el rito externo del<br />

sacerdote. En efecto, es menester que el rito externo del sacrificio, por su misma<br />

naturaleza, manifieste el culto interno; y el sacrificio de la nueva Ley significa aquel<br />

supremo acatamiento con que el mismo principal oferente que es Cristo, y por Él todos<br />

sus miembros místicos, honran y veneran a Dios con el debido honor.<br />

De la materia y forma del sacramento del orden<br />

[Constitución Apostólica Sacramentum ordinis, de 30 de noviembre de 1947]<br />

1. La fe católica profesa que el sacramento del orden instituído por Cristo Señor, y<br />

por el que se da el poder espiritual y se confiere gracia para desempeñar debidamente<br />

los deberes eclesiásticos, es uno y el mismo para toda la Iglesia... Ni tampoco en el<br />

decurso de los siglos sustituyó o pudo la Iglesia sustituir con otros sacramentos los<br />

instituidos por Cristo Señor, como quiera que, según la doctrina del Concilio de Trento,<br />

los siete sacramentos de la nueva Ley han sido todos instituídos por Jesucristo nuestro<br />

Señor y ningún poder compete a la iglesia sobre “la sustancia de los sacramentos”, es

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