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Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

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... La primera de estas ayudas para la interpretación es el estudio de las antiguas<br />

lenguas orientales y juntamente el arte que llaman crítica ... Es, pues, necesario a los<br />

maestros de la Sagrada Escritura y conveniente a los teólogos que conozcan aquellas<br />

lenguas en que los libros canónicos fueron primeramente escritos por los autores<br />

sagrados... Estos mismos, y por la misma razón es menester que sean suficientemente<br />

doctos y ejercitados en la verdadera disciplina del arte critica; pues, perversamente y<br />

con daño de la religión, se ha introducido un artificio que se honra con el nombre de<br />

“alta critica” por la que se juzga del origen, integridad y autenticidad de un libro<br />

cualquiera por solas las que llaman razones internas. Por el contrario, es evidente que en<br />

cuestiones históricas, como el origen y conservación de los libros, deben prevalecer<br />

sobre todo los testimonios de la historia, y ésos son los que con más ahínco han de<br />

investigarse y discutirse; en cambio, las razones internas no son las más de las veces de<br />

tanta importancia que puedan invocarse en el pleito, si no es a modo de confirmación...<br />

Ese mismo género de “alta crítica” que preconizan vendrá finalmente a parar a que cada<br />

uno siga su propio interés y prejuicio en la interpretación...<br />

Al maestro, de la Sagrada Escritura le prestará también buen servicio el<br />

conocimiento de las cosas naturales, con el que más fácilmente descubrirá y refutará las<br />

objeciones dirigidas en este terreno contra los libros divinos. A la verdad, ningún<br />

verdadero desacuerdo puede darse entre el teólogo y el físico, con tal de que uno y otro<br />

se mantengan en su propio terreno, procurando cautamente seguir el aviso de San<br />

Agustín de “no afirmar nada temerariamente ni dar lo desconocido por conocido”; pero<br />

si, no obstante, disintieren en cómo ha de portarse el teólogo, he aquí en compendio la<br />

regla por él mismo ofrecida: “Cuanto ellos —dice— pudieren demostrarnos por<br />

argumentos verdaderos de la naturaleza de las cosas, mostrémosles que no es contrario a<br />

nuestras letras, mas cuanto presentaren de cualesquiera libros suyos como contrario a<br />

nuestras letras, es decir, a la fe católica, o mostrémoselo también por algún medio o sin<br />

vacilación creamos que es cosa de todo punto falsa. Acerca de la justeza de esta regla es<br />

de considerar en primer lugar que los escritores sagrados o, más exactamente, “el<br />

Espíritu de Dios que por medio de ellos hablaba, no quiso ensenar a los hombres esas<br />

cosas (es decir la intima constitución de las cosas sensibles), como quiera que para nada<br />

habían de aprovechar a su salvación”; por lo cual, más bien que seguir directamente la<br />

investigación de la naturaleza, describen o tratan a veces las cosas mismas o por cierto<br />

modo de metáfora o como solía hacerlo el lenguaje común de su tiempo, y aún ahora<br />

acostumbra, en muchas materias de la vida diaria, aun entre los mismos hombres más<br />

impuestos en la ciencia.<br />

Ahora bien, como el lenguaje vulgar expresa primera y propiamente lo que cae<br />

bajo los sentidos, no de distinta manera el escritor sagrado (y lo notó también el doctor<br />

Angélico), “ha seguido aquello que sensiblemente aparece”, o sea, lo que Dios mismo,<br />

al hablar a los hombres, expresó de manera humana para ser entendido por ellos.<br />

Ahora, de que haya que defender valerosamente la Escritura Santa, no hay que<br />

concluir que deben por igual mantenerse todas las opiniones que en su interpretación<br />

emitieron cada uno de los Padres y los intérpretes que les sucedieron, como quiera que,<br />

conforme a las ideas de su época, al explicar los pasajes en que se trata de fenómenos<br />

físicos, quizá no siempre juzgaron tan de acuerdo con la verdad, que no sentaran<br />

afirmaciones que ahora no son tan aceptables. Por ello, hay que distinguir<br />

cuidadosamente en sus explicaciones qué es lo que realmente ensenan como<br />

perteneciente a la fe o íntimamente ligado con ella, qué es lo que ensenan con unánime<br />

sentir; porque “en lo que no es necesidad de la fe, lícito fue a los Santos opinar de modo<br />

diverso, como lícito nos es a nosotros”, conforme al sentir de Santo Tomás, el cual, en

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