12.05.2013 Views

Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

Enchiridion Symbolorum (Denzinger).pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

uno representa a Cristo y la otra a la Iglesia, la caridad divina sea moderadora perpetua<br />

del deber...”<br />

[3.] Sin embargo, la suma de tan grandes beneficios se completa y llega como a su<br />

colmo por el bien aquel del matrimonio cristiano que, con palabra de San Agustín<br />

hemos llamado sacramento, por el que se indica tanto la indisolubilidad del vínculo,<br />

como la elevación y consagración del contrato, hecha por Cristo, a signo eficaz de la<br />

gracia. Y cierto, ante todo, Cristo mismo urge la indisolubilidad de la alianza nupcial,<br />

cuando dice: Lo que Dios unió, el hombre no lo separe [Mt. 19, 6]; y: Todo aquel que<br />

repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio y el que se casa con la<br />

repudiada por su marido, comete adulterio [Lc. 16, 18].<br />

En esta indisolubilidad pone San Agustín lo que él llama el bien del sacramento<br />

con estas claras palabras: “En el sacramento, empero, se atiende a que no se rompa el<br />

enlace, y ni el repudiado ni la repudiada, ni aun por causa de la prole, se una con otro”.<br />

Y esta inviolable firmeza, si bien no a cada uno en la misma y tan perfecta<br />

medida, compete, sin embargo, a todos los verdaderos matrimonios; puesto que<br />

habiendo dicho el Señor de la unión de los primeros padres, prototipo de todo futuro<br />

enlace: Lo que Dios unió, el hombre no lo separe, fuerza es que se refiera<br />

absolutamente a todos los matrimonios verdaderos. Así, pues, aun cuando antes de<br />

Cristo, de tal modo se templó la sublimidad y severidad de la ley primitiva que Moisés<br />

permitió a los ciudadanos del mismo pueblo de Dios por causa de la dureza de su<br />

corazón, dar libelo de repudio por determinadas causas; sin embargo, Cristo, en uso de<br />

su potestad de legislador supremo, revocó este permiso de mayor licencia, y restableció<br />

íntegramente la ley primitiva por aquellas palabras que nunca hay que olvidar: Lo que<br />

Dios unió, el hombre no lo separe. Por lo cual, sapientísimamente, nuestro predecesor<br />

de feliz memoria, Pío VI, escribiendo al obispo de Eger, dice: “Por lo que resulta<br />

patente que el matrimonio, aun en el estado de naturaleza pura y, a la verdad, mucho<br />

antes de ser elevado a la dignidad de sacramento propiamente dicho, fue de tal suerte<br />

instituído por Dios, que lleva consigo un lazo perpetuo e indisoluble, que no puede, por<br />

ende, ser desatado por ley civil alguna. En consecuencia, aunque la razón de sacramento<br />

puede separarse del matrimonio, como acontece entre infieles; sin embargo, aun en ese<br />

matrimonio, desde el momento que es verdadero matrimonio, debe persistir y<br />

absolutamente persiste aquel perpetuo lazo que, desde el origen primero, de tal modo<br />

por derecho divino se une al matrimonio, que no está sujeto a ninguna potestad civil. Y,<br />

por tanto, todo matrimonio que se diga contraerse, o se contrae de modo que sea<br />

verdadero matrimonio, y en ese caso llevará consigo aquel perpetuo nexo que por<br />

derecho divino va anejo a todo matrimonio, o se supone contraído sin aquel perpetuo<br />

nexo, y entonces no es matrimonio, sino unión ilegítima, que por su objeto repugna a la<br />

ley divina; unión, por tanto, que ni puede contraerse ni mantenerse”.<br />

Y si esta firmeza parece estar sujeta a alguna excepción, aunque muy rara, como<br />

en ciertos matrimonios naturales contraidos solamente entre infieles, y también,<br />

tratándose de cristianos, en los matrimonios ratos, pero no consumados; tal excepción<br />

no depende de la voluntad de los hombres ni de potestad cualquiera meramente humana,<br />

sino del derecho divino, del que la Iglesia de Cristo es sola guardiana e intérprete.<br />

Nunca, sin embargo, ni por ninguna causa, podrá esta excepción extenderse al<br />

matrimonio cristiano rato y consumado, puesto que en él, así como llega a su pleno<br />

acabamiento el pacto marital; así también, por voluntad de Dios, brilla la máxima<br />

firmeza e indisolubilidad, que por ninguna autoridad de hombres puede ser desatada.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!