Sagrada Familia de Jesús, María y José, Ciclos ... - Autores Catolicos

lujoso piso en Moscú tras abandonar a su marido, Julián
Ruíz, que acabaría csu vida como peón de albañil en
Rostov.
“Se ha dudado de la veracidad de las amenazas de La
Pasionaria a Calvo Sotelo (“Este hombre ha hablado por
última vez. Este ha sido tu último discurso”) en junio
del 36, pues no están recogidas en el diario de
sesiones de la Camara, lo que no tiene nada de
particular por cuanto su texto era corregido antes de
publicarse. Pero tanto Madariaga como Tarradellas
confirmaron haberlas escuchado mientras el gallego se
dirigía a su escaño.
“En 1938, en plena guerra, Ibárruri declaró en un
mitin en Valencia: “Más vale matar a 100 inocentes que
dejar escpar a un solo culpable”. Se trataba de
justificar la atroz persecución del POUM y las matanzas
de los elementos desafectos al Frente Popular en la
retaguardia, que se contaban por decenas de miles”.
“La sesión del 16 de junio de 1936 en el Congreso de
los Diputados..... (...) Especialmente significativa es
la que el diputado socialista Ángel Galarza lanzó
contra el líder de la derecha José Calvo Sotelo:
“Pensando en su señoría encuentro justificado todo,
incluso el atentado que le prive de la vida”.
Perfil social de Calvo Sotelo, frente a los ingenuos
creyentes socialistas.
“Cuando colaboró con la dictadura de Primo de
Rivera, la derechona caciquil le llamaba “el ministro
bolchevique” por pretender terminar con el fraude
fiscal de los terratenientes. Si le hubiesen permitido
continuar, probablemente el socialismo no habría
encontrado tantas ventajas para manipular a las masas.
(...)
Ya en la República
“Varios amigos le avisaron que existían órdenes para
asesinarle, pero se negó a adelantar sus vacaciones,
como hicieron otros. “Ahora no me puedo marchar. Mis
intervenciones parlamentarias mantienen en tensión a
las pobres gentes perseguidas, acorraladas”.
“No se quedó por temeridad, sino porque su voz era
casi la única que se enfrentaba a la revolución en
marcha. El estado de alarma permanente que decretaba el
Gobierno imponía la censura a los periódicos, pero los
discursos del Parlamento –por ley- no podían
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