Sagrada Familia de Jesús, María y José, Ciclos ... - Autores Catolicos

Parece ser que el psicoanálisis llama inhibición a
negar o parar cualquier deseo. Sin voluntad no hay
libertad; y sin voluntad libre, racional e inteligente,
el hombre es una hoja seca al viento que nada en los
mares caprichosos del deseo, capaz de arrancar de cuajo
los mismos cedros del Líbano.
Me temo que las tropas mundiales no han pensado en
serio adónde puede llegar una humanidad que infle
violentamente todas las velas de las posibilidades del
deseo.
La voluntad y la libertad, lo son tanto cuando dicen
sí o cuando dicen no. Valen tanto para un roto como
para un descosido. Y en el racional están atadas a lo
verdadero y justo. La permisividad de cualquier persona
o sociedad nace de una multitud que se muere en las
alas del deseo: el deseo enajena, y pude aúnar en la
vaciedad la seria orientación personal vertida sobre un
abismo.
La razón no se inventa, se descubre al estudiar el
orden y la relación universal de todo con todo y de
todo con el Creador. La razón u orientación y relación
sólo la descubre el racional. Por eso, es muy grave que
el hombre no descubra ni la relación ni la función que
tiene en la vida respecto del Creador y del fin para el
cual existe y vive. Finje o actúa como si dejase de
ser racional, no relaciona, no reconoce. Es posible que
el hombre no sepa qué es ser hombre. Es posible que se
mutile o inhiba y se oriente a ser simplemente comedor
y cazador de placeres multiformes y contradictorios o
contrarios. Es posible y real. Pero eso ha sido
contradicho por otros hombres que muestran la concordia
de la razón con los hechos.
La razón es distinta de nosotros, se nos impone,
nos domina. Y por eso nos sometemos a ella lo mismo que
nos sometemos a no tirarnos de los puentes ni
acostarnos en los raíles del tren. El querer tener
razón a toda costa, independiente de cuál sea el
problema y sus enmarques y sus relaciones complejas, es
la testarudez cerril, la rigidez hermética... y
manifiesta un apego patológico al propio yo. Detrás
está el narcisismo. La razón no es nuestra, la razón es
sierva, descubre, reconoce. Recuerdo haber oído que a
San Josemaría le encantaba rectificar, y reconocer sus
equivocaciones. “Yo no soy un río que no da marcha
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