Sagrada Familia de Jesús, María y José, Ciclos ... - Autores Catolicos

ESTUDIO
I-II-5-
Las cosas y las personas no son como uno libremente se
le antoja que sean: la libertad egoísta es una
inmundicia infecciosa llamada arbitrariedad. Si la
libertad no camina sobre la realidad de las personas,
no sirve para hacerle bien, para engrandecerle, es una
fuente potente de inmoralidad e incluso de cualquier
tipo de infamia y truculencia.
Cuando uno no acaba de considerarse como instrumento de
servicio al amor de Dios que ama a los demás, aparece
todo tipo de degeneraciones del amor de donación:
contratos, acuerdos, exigencias, cruces, violencias.
Estas palabras se pervierten y pasan a ser barreras que
amparan el mal.
De lo cual se deduce que es preciso crecer en la
libertad, en esa que se aferra a bienes que es preciso
poner en pie sobre nuestros propios hombros. Y por eso
cada persona ha de hacerse independiente, esto es,
responsable de hacer algo que engrandezca a la
humanidad, como individual o asociado colaborador de la
Providencia divina. Las personas han de asimilar el
campo de la libertad mediante la convicción del bien y
la responsabilidad de su realización. Un bien entre
tantos es la familia mediante el alzado de sus líneas
maestras, el respeto amoroso a los miembros de ella
para que el resultado pueda decirse que es una gran
obra. La familia como recreación humana es digna de
constituir un motivo de orgullo por cuanto nace del
corazón divino.
El matrimonio es una obra de perfección amorosa de
Dios mediante el amor divino que impersonan los
individuos que lo constituyen. En el matrimonio no cabe
ninguna inmoralidad por cuanto es todo de Dios, ni
tampoco ninguna violencia, sí cabe la fortaleza que
impide su destrucción o su parálisis. En el matrimonio
basta con generosidad y fidelidad, justicia y amor,
fortaleza y verdad. Es una sociedad constituida sobre
la armonía de los individuos por Dios llamados. Sus
rasgos y perfiles son rutas y encargos del amor
generoso de Dios que quiere contar con los hombres para
imitar-Le y amar-Le. No es posible sin la sumisión
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