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Sagrada Familia de Jesús, María y José, Ciclos ... - Autores Catolicos

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HISTORIA<br />

IV-II-4<br />

La vida adúltera <strong>de</strong> Cortés<br />

En 1522 llega la esposa <strong>de</strong> Cortés, Catalina Juárez al<br />

rio Ayagualulco “que puerto aunque no bueno”, junto con<br />

otra señora, su hermana y Villegas el <strong>de</strong> Méjico, y su<br />

mujer la Zambrana y sus hijos y aun la abuela”. Fueron<br />

escoltadas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el puerto hasta Méjico por Sandoval.<br />

Bernal Díaz, nuestro eterno narrador, hace saber que<br />

corrían rumores que a Cortés no le agradó su llegada,<br />

aunque nada manifestó. La recibió con regocijos y<br />

juegos <strong>de</strong> cañas. No consta que hubiera solicitado su<br />

venida.<br />

“Cortés trató a su mujer con toda <strong>de</strong>ferencia, vivió<br />

con ella en intimidad marital y le concedió numerosos<br />

indios. Pero Doña Catalina era celosa y el donjuanesco<br />

Cortés le dio frecuentes ocasiones para estarlo con<br />

motivo. Su salud no era muy buena. Pa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> asma y es<br />

seguro que hallaría difícil aclimatarse a la altura <strong>de</strong><br />

Méjico <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años al nivel <strong>de</strong>l mar en<br />

Santiago <strong>de</strong> Cuba”.<br />

“Un día <strong>de</strong> Octubre, a los tres meses <strong>de</strong> su llegada,<br />

tuvo con su marido una escena que le afectó<br />

profundamente. Parece que el instigador había sido esta<br />

vez su hermano, y el motivo, el <strong>de</strong> siempre, una intriga<br />

amorosa <strong>de</strong> Cortés. Los cónyuges hicieron las paces, <strong>de</strong><br />

modo que ya reinaba el mejor humor, cuando, a la hora<br />

<strong>de</strong> la cena llegaron los invitados. Ya en la mesa, Doña<br />

Catalina dijo al Capitán Solís: “Vos, Solís, no queréis<br />

sino ocupar a mis indios en otras cosas <strong>de</strong> las que yo<br />

les mando, e no se face lo que yo quiero”. “Yo, Señora<br />

replicó Solís-, no les ocupo. Ahí está su merced que<br />

los manda y ocupa”. Doña Catalina entonces, al parecer<br />

con cierta agresividad, disparando por banda a su<br />

marido, dijo a Solís: “Yo os prometo que antes <strong>de</strong><br />

muchos días hará <strong>de</strong> manera que no tenga nadie que<br />

enten<strong>de</strong>r con lo mío”. “Con lo vuestro, Señora –replicó<br />

Cortés, medio en serio medio “por pasatiempo”-, yo no<br />

quiero nada”. Las señoras presentes procuraron aclarar<br />

el ambiente tomándolo a risa, pero sólo consiguieron<br />

hacer la situación más tirante. Doña Catalina se puso<br />

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