Sagrada Familia de Jesús, María y José, Ciclos ... - Autores Catolicos

colorada, se levantó y con una profunda reverencia a su
marido salió de la sala en silencio, toda corrida”.
“Cortés siguió conversando durante un rato y ya
cumplidos sus deberes de anfitrión, se retiró para
desnudarse. Al entrar en su cuarto halló a su mujer
arrodillada en la capilla privada donde se había
refugiado, rezando en silencio y llorando. “¿Por qué
lloráis?”, le preguntó. “Déjame¡ Que estoy por dejarme
morir”. Cortés la consoló como pudo y llamó a las
doncellas para que la desnudasen. Una de ellas Ana
Rodríguez, al verla salir de la capilla, demudada la
color le preguntó: “¿Qué hay Señora?”. “¡Dios me lleve
del mundo¡”, contestó la triste. Poco después todo
había caído en el silencio y la oscuridad”.
“Pasaron una o dos horas. Una de las doncellas
indias, que dormía cerca, oyó la voz de Cortés.
Obedeciendo sus órdenes, la muchacha india fue a
despertar a las doncellas españolas, Ana y Violante
Rodríguez. “Haced lumbre –dijo Cortés-. Creo que es
muerta mi mujer”. Trajeron velas las doncellas y vieron
a Doña Catalina, reclinada sin vida sobre el brazo de
su marido. El collar de cuentas de oro que llevaba al
cuello se había roto y Doña Catalina tenía sobre la
piel del cuelo cardenales negros”.
“Cortés se levantó del lecho y se retiró al cuarto
de vestir donde sus criados y pajes le hallaron más
tarde “dando gritos e que andaba dando golpes consigo
por aquellas paredes”. Su mayordomo Diego de Soto mandó
llamar al Padre Olmedo y envió recado a Juárez, hermano
de la muerta, dándole cuenta de lo ocurrido y rogándole
que no viniera, pues sus importunidades habían sido la
causa de todo. Cortés llevó luto por su mujer durante
muchos años”. (Salvador de Madariaga: Hernán Cortés,
Austral, pág. 480).
374