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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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confunden su contorno, se ablanda el conjunto, masas oscuras se gradúan imperceptiblemente<br />

hacia la luz. La envergadura cósmica del nórdico, acecha las palpitaciones del trópico nocturno.<br />

Una sombra avanza, apoyada la siniestra en el cayado. Desde una loma contempla las<br />

ciudades que se tienden a sus pies. Montañas de paisaje japonés se dispersan por el llano. Allá un<br />

velero surcando el negro mar de lejanías. Paisaje vago, indeciso, más próximo al ensueño que a la<br />

realidad. Pero un cielo inmenso, de grande espacio abierto, simboliza, él solo, la potente sugestión<br />

de "El Viaje" (Plancha 26). Una sombra, trazos rápidos, repentinos; el conjunto cerca del boceto.<br />

Acaso un alarde impresionista en la madera, recordando el estilo lluvioso de Andrés Zorn o la<br />

fantasía diluída de Nieuwenkamp.<br />

"Los Ojos de Berta" (Plancha 25), Jeanne Duval, la Venus Negra. Su perfil se recorta<br />

osado, con el desplante que enloqueció al jardinero de las "Flores del mal". Aquí no cabe análisis<br />

de composición ni crítica detallista. Es toda la psicología, con su conocimiento veraz de las almas.<br />

Boca sensual, mentón recogido, nariz alerta; la opulenta cabellera completa la efigie voluptuosa.<br />

Pero bajo la frente que denuncia cortedad espiritual, el vuelo poético del artista traza una ceja<br />

poblada en cuyo arco se abate el ojo de mirar profundo. Ojo que no devuelve únicamente la mirada<br />

de Jeanne Duval, sino un mirar de químicos alcances donde se entreveran la sensualidad de la<br />

mulata, el misticismo baudeleriano y el lirismo conmovido del grabador que se acercó a la pareja<br />

imposible.<br />

Sólo un matemático podía dar la visión de "La Muerte de los Pobres" (Plancha 28);<br />

quebrada, erizada de picos desafiantes. Un inmenso arco iris, apenas sugerido, cruza en toda su<br />

extensión en grabado abriendo el pórtico a los cielos desconocidos; por él suben las almas. El<br />

Ángel Negro de la Pobreza corre el sudario sobre el catre de fierro abandonado. Y la escena está<br />

saturada de agrio misticismo, pese al agolpamiento de catedrales imaginarias que surgen de la<br />

bruma con brusca geometría.<br />

Tiene más interioridad "La Muerte de los Amantes" (Plancha 29). Ambiente burgués del<br />

XIX, de refinamiento pasado. Gruesas cortinas de terciopelo. Flores desfallecientes, retorcidas. Un<br />

aire barroco se filtra por las cosas. ¡Sombría voluptuosidad" Rompiendo el tono mayor del negro,<br />

una repentina claridad lame el flanco del lecho; y de la luz se desprende el Ángel, que avanza con<br />

la antorcha encendida en la diestra. Es una especie de naturaleza muerta, en la que se inscriben<br />

motivos de pura decoración, como las flores del primer plano, que dan vida a la escena y que son<br />

en su sentido más profundo de plástica barroca, las "flores del mal", retorcidas de amargura.<br />

"Los Gatos" (Plancha 14): poderosa intimidad. Un gatazo se reclina en el borde inferior del<br />

grabado; es el látigo de la vanguardia. En cambio la máscara de Baudelaire, en claroscuro<br />

rembrandtiano, es perfectamente plástica. La pluma de pavo real y el crisantemo son motivos<br />

independientes de belleza que recuerdan el mosaicismo bizantino. La obsesión crucial reaparece<br />

en el respaldo roto de la silla. Composición aclásica, posee dos ritmos: uno que parte de la mesa y<br />

va al encuentro de la máscara; otro que nace de la ventana y arroja su luz radial en sentido<br />

contrario. En la intimidad del poeta: una mesa, la silla vacía, el libro abierto, el tintero de cristal,<br />

cuartillas desnudas… Todo esto, tan simple en el motivo, es complemento anecdótico para<br />

destacar la máscara trágica de Baudelaire, que se emparenta con una efigie beethoviana por su<br />

expresión reconcentrada. La luz que sube, iluminando el rostro frío del poeta, es un símbolo de la<br />

inquietud espiritual. Luego fosforescencias, dibujos microscópicos por la mesa, reflejan la verdad<br />

interna del ilustrador. El laboratorio del poeta no pudo hallar visión más concentrada: misterio y<br />

realidad se funden en la trágica soledad del artista.<br />

En la soledad crece la recompensa, la recompensa algo ingenua — pero tan íntima — de<br />

supervalorar la propia obra. Contemplando su ilustración a "Los Gatos", Delhez creía ser dichoso…<br />

La efusión sentimental duraba cierto tiempo, al cabo del cual se imponía otra vez el raciocinio<br />

crítico:<br />

—¡Iluso! Los gr<strong>andes</strong> grabadores llevaron a la tumba su secreto… Esa frase que acuden a<br />

tu mente, valorizando sin moderación tus grabados, son hijas de la vanidad profesional. Con<br />

derecho se enorgullecen un carpintero de sus puertas o un tipógrafo del libro que compone. Tus<br />

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