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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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secreto de la urbe. En las tabernas de los bajos fondos, trababan amistad con rudos marineros,<br />

que los divertían narrando leyendas de piratas. Delhez escuchaba al narrador, sentado en un<br />

banco o bien sobre un rollo de cuerdas en el muelle, mientras el lápiz tomaba rápidos apuntes de<br />

barcos, grúas, pintorescos seres y el cabrilleo del oleaje n los tonos verdinegros del Escalda.<br />

Soñaba ser marinos. Uno capitán de un crucero de tres chimeneas; otro comandar un<br />

barco mercante; aquél deliraba por pisar el puente de un trasatlántico.<br />

—¡Eh, tú, pequeño! ¿Cuál te gusta a ti?<br />

—¿Yo? Me gusta… Ese velero de casco verde.<br />

—¿Ah, el velero? Eres el mejor marino. No navegarás con tanta rapidez, pero estarás más<br />

cerca del oleaje?<br />

Y el viejo lobo de mar contemplaba curioso al chico de ojos azules, que tímidamente<br />

aprendía términos náuticos.<br />

Cansado de baga en compañía, buscaba refugio en el parque del Ruiseñor. Por el otoño,<br />

las hojas lucen cambiantes colorido, pasando del púrpura al marrón, al amarillo, al verde, al azul.<br />

Bajo los árboles coposos, a través de cuya trama filtra la luz el juego de los matices tonales, Víctor<br />

Delhez sintió por primera vez deseo de pintar.<br />

Cierto día, al terminar el recreo, el profesor Naveau, que dictaba la asignatura de historia<br />

del arte, dijo cordialmente:<br />

—Tú sabes pensar; no dices lo que sientes por tímido. Dios te ha dado inteligencia y<br />

corazón; y esta doble llave abre muchas puertas.<br />

Víctor quedó aturdido… ¡Qué bueno era Naveau! Había querido alentarlo. Inteligencia.<br />

Corazón… ¿Soy algo más que un campesino; puedo valer como los otros? A partir de esas<br />

palabras, nació en Delhez el culto por la amistad. Se confió ciegamente a Naveau, quien le<br />

proporcionaba narraciones sobre Grecia y Roma que abrían su imaginación al tiempo de los dioses<br />

y los héroes. Naveau explicaba el sentido simbólico de los mitos, atrayéndolos cada vez con mayor<br />

intensidad al estudio. La Edad de Oro… ¿Hubo verdaderamente una edad de oro? En el parque<br />

del Ruiseñor, echando sobre la hierba, Víctor amó la belleza inmortal de Afrodita, las hazañas de<br />

Herakles, la audacia fatal de Prometeo, el sacrificio de la Virgen Camila.<br />

—Señor: ¿qué es un artista?<br />

—No sé cómo explicarlo.<br />

—¿Es un hombre como nosotros?<br />

—Sí, es como nosotros… Y también distinto a nosotros… Algo que no pueden explicar<br />

completamente las palabras. El concepto del artista es vario, complicado; se transforma según<br />

quien actúa, según quien juzga, según las circunstancias. Es uno para la religión, otro ante la<br />

moral, otra par la filosofía.<br />

—No entiendo bien…<br />

—Es lógico; el sentido de ciertos vocablos es cosa de madures. ¿Cómo alcanzarías ciertas<br />

definiciones cuyo sentido sólo revela la experiencia? Sin embargo, las repetiré. Para unos artista<br />

es el hombre que se opone al universo; la esencia íntima de la personalidad; un elegido de los<br />

Dioses que descubre la manifestación de lo divino en la armonía de lo creado; se le juzga un<br />

semidiós sin que deje de ser un hombre. Para otros, es un loco, un descentrado, un inconforme<br />

que vive en eterno conflicto con el mundo y consigo mismo.<br />

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