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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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sugería el movimiento sin saltos, cual si la materia tendiese a la música, huyendo de la forma…<br />

¿Cómo expresar el asunto? St. Marcel no escondía su falta de aptitud; soy un aficionado a la<br />

escultura —decía— ignoro su técnica profunda. Ya no existe un Rodin para dar plástica lumínea a<br />

tan extraña visión; pero la naturaleza, siempre más sabia que el hombre, forjó un motivo que<br />

supera los sueños de Rodin, la forma que, vencida por la luz, entrega su secreto.<br />

Quienquiera que afronte los rigores del invierno y ascienda la Cordillera Real de La Paz, en<br />

Bolivia, al punto denominado "La Ceja de la Cumbre", sobre el camino a Yungas, puede comprobar<br />

el caso si sol y bruma le son propicios.<br />

St. Marcel frisaba en los cincuenta y cinco años; observando su fervor y la tenacidad con<br />

que estudiaba los problemas de la técnica soñando poder ayudar algún día a cualquier artista para<br />

forjar el "Sueño del Ande", que sería la suma de la escultura impresionista, Delhez se preguntaba<br />

sino es perjudicial concebir ideales superiores a la capacidad expresiva.<br />

A excepción de Mr. France, cuyo juicio revelaba el equilibrio del buen burgués, Delhez<br />

encontraba en sus amigos ciertas rarezas. Hoffner melancólico y silencioso, era un orbe cerrado<br />

que sólo se abría al conjuro de lo clásico; su aspecto no predisponía favorablemente, su<br />

indiferencia hacía pensar en abulia; se ignoraba cómo obtenía recursos para vivir. Seuphor,<br />

contrariamente, era un apasionado; su fe sólo aceptaba las cosas a través del miraje "ismico", pero<br />

Delhez advertía con pena que Seuphor derrochaba energía y sentimientos, aparte de cosas<br />

esenciales en hechos menudos que dispersaban su acción, ocasionándole frecuentes desengaños.<br />

De él podía surgir un creador personalísimo con la misma facilidad que un resentido, por la<br />

vehemencia del choque con el mundo. Pandoule era un maniático. St. Marcel un alucinado. Otros<br />

artistas o escritores allegados al círculo bohemio de "La Rotonde" o del " Vikings" vivían por el<br />

monodrama; una sola idea central que atrae el hombre, embarga sus sentidos y absorbe todas sus<br />

potencias, hasta disolver la personalidad en la abstracción o anular, por la fricción, la mejores<br />

posibilidades, ¡Qué distancia de la bohemia sentimental y episódica de Enrique Murger, a la<br />

bohemia durísima y seca de los tiempos actuales, donde el artista se debate entre, la pugna por el<br />

pan y el torbellino de problemas mentales!<br />

—No hay cómo remediarlo— decía Mr. France —. El mundo no es de los entes de cultura,<br />

sino de gr<strong>andes</strong> mayorías cosmopolitas que se apoyan en la fuerza positiva de la civilización. La<br />

comodidad física, el miraje utilitario, el "bussinesman", he ahí los ideales del alma moderna.<br />

Delhez encontraba en la madera y en el lino sensaciones nuevas; cosas imprevistas que<br />

asimilaba con facilidad. Primero optó por la oposición clásica de blanco y negro. Seuphor tejía<br />

primores en torno de la xilografía: el grabado en madera es sombra y claridad en una sola esencia;<br />

lleno día en la noche, noche en el lleno día; es la unidad de la dualidad, porque de esa lucha<br />

franca, del combate amoroso, viene la interpenetración de dos tonalidades que se combinan hasta<br />

el infinito. "Tú crea una nueva técnica — declaraba Seuphor —, yo me encargaré de fundamentar<br />

principios". El propósito era pueril, pero ambos lo emprendieron; Delhez con mayor seriedad,<br />

buscando más que la novedad una expresión adecuada para su naturaleza artística.<br />

¿Es posible que de Schongahuer a Masereel sólo exista diferencia en la manera de<br />

componer, en el trazo, en la oposición de blancos y negros? ¿No hay zonas intermedias,<br />

infinitamente combinables? ¿Por qué un grabado realista resulta tan frío como una tentativa<br />

expresionista? En cambio, al comprobar que la xilografía acordaba mejor con su naturaleza<br />

nórdica, amante de la sombra, sentía íntima satisfacción presintiendo un largo contacto con este<br />

arte secundario. Alejado de vano sueño de competir con los maestros del color, Delhez sentía algo<br />

menos grande, pero más intenso en la modestia del xilógrafo; sacar chispitas de luz a la sombra…<br />

Nada más que eso; chispitas de luz y acaso tímidos descubrimientos de vez en cuando.<br />

Despertó hostigado por un timbre.<br />

Cielo de abril. Al fondo se mecía la arboleda del Luxemburgo. Un gorrión se detuvo en el<br />

marco de la ventana, picoteó dos, tres veces la madera y emprendió vuelo; después otro… y otro…<br />

Era un juego repetido, de sutil encantamiento. Un reloj dio las doce. ¡Mediodía!<br />

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