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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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—Hace diez días.<br />

—¡Hum! Varias visitas en diez días a la casucha de un desconocido, me parece mucha<br />

casualidad.<br />

—Reconozco que no es casualidad —expresó ella ruborizándose.<br />

Observando su confusión, Delhez propuso cordial:<br />

—Juguemos limpio, dejando de lado el claroscuro…<br />

La muchacha callaba.<br />

—Déjese de misterios —insistió él —. Lo que me diga no puedo repetirlo a nadie.<br />

Ella seguía callada.<br />

Delhez volvió a impacientarse:<br />

—Allana mi domicilio, registra mis cosas; probablemente conoce mis cartas ¿no es eso?<br />

Ha visto lo que hago, mis tablas, mis libros. ¿Qué le falta averiguar?<br />

—Nada. Sé que es usted artista.<br />

—Podía informárselo cualquier peón de Cocaraya.<br />

—No era suficiente; tenía que convencerme yo misma.<br />

—¿Por qué?<br />

La muchacha se afligía visiblemente:<br />

—Aquello terminó —dijo con suavidad—; ahora vine porque quise estar aquí.<br />

—¿Y antes?<br />

—Tal vez por la voluntad, cosa ajena al deseo.<br />

—¡Déjate de tonteras! —replicó Delhez—. Guarde su secreto. ¿Quiere caminar un poco?<br />

Se internaron por un bosquecillo, treparon una loma poblada de árboles y desde allí se<br />

entretuvieron arrojando piedras al vacío. Media hora después Delhez había olvidado la<br />

escaramuza inicial; la muchacha era un buen camarada, dispuesto a emprender lo que se le<br />

propusiera y a retrucar las bromas. A veces dejaba escapar frases agudas que revelaban su<br />

ilustración: sus ademanes eran delicados: y la justeza de las respuestas denotaba una mente<br />

acostumbrada al raciocinio. "Quieres aparecer sencilla — pensaba el flamenco—pero sabe dónde<br />

va…"<br />

piso:<br />

Al despedirse eran amigos.<br />

Al día siguiente, mientras grababa con la ventanita abierta, una sombra se proyectó en el<br />

—¡Hola! ¿Es usted?<br />

—Hace rato que lo veo grabar.<br />

—Estoy por creer quiere ser xilógrafa.<br />

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