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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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veía envuelto en las discusiones, esa mezcla de crítica y pedantería que la inteligencia urbana<br />

inventó para entretener las horas de ocio.<br />

—Hay que destruir íntegramente el racionalismo: de lo contrario no habrá nada nuevo.<br />

—¿Por qué? Puede sobrevenir una nueva síntesis…<br />

—Sólo llegarán a ella cerebros normales; hoy necesitamos cerebros de semidioses.<br />

—¡Pero si es muy fácil demostrarla! La Edad Media es una tesis de honda espiritualidad,<br />

que se desarrolla en la zona intuitiva del alma; la Moderna, desde el Renacimiento hasta el<br />

principio del siglo XX, es la antítesis, atirreligiosa y racionalista, que desarrolla sus problemas en la<br />

zona intelectiva del espíritu; la actual o venidera — Síntesis de ambas — será una esencia<br />

armónica que las contenga por igual; pintura, volúmenes, teatro, arquitectura revelan ya esa<br />

síntesis elemental: profundidad y formas bellas, alivianadas de todo barroquismo.<br />

—Eso es dialectica simplista… Nadie puede negar que tras la zona intuitiva y la intelectual,<br />

vivimos ahora lo instintivo.<br />

—¡No hay crisis, hay terminación, cosa más grave!<br />

Terminación que puede ser principio.<br />

—La quiebra del racionalismo, el presunto agotamiento de las formas culturales, el caos<br />

político-social son fenómenos de transición. Conviene distinguir lo general de lo particular. Lo<br />

general es que el mundo entero despierta a las ventajas de la civilización; lo particular que Europa,<br />

con el lastre de su cultura muerta, no pude seguir la rápida carrera. No hay pues, terminación, sino<br />

progreso; la nueva era sustituye la especulación abstracta del humanismo por el dominio práctico<br />

de la naturaleza.<br />

—Nuestro problema psíquico consiste en que carecemos de centro. Admitimos<br />

planteamiento de problemas, nunca soluciones. El moderno cree ser devorador de ideas, cuando<br />

en verdad es un devorado de las ideas. Se imagina haber superado la tradición, pero su<br />

experiencia íntima es sólo una tentativa frustrada de evasión, que no conduce a parte alguna.<br />

—¡Cómo que a ninguna parte! Al desligarnos del pasado marchamos al futuro…<br />

—Optimista. Hoy carecemos de seguridad, vamos de un punto a otro sin brújula que<br />

marque el norte; y esa ausencia del impulso central es justamente la decadencia, el fin de una<br />

época. Examina las artes, espejo de la actividad humana: la música produce ruidos; abstracciones<br />

la pintura; la poesía ideogramas; cubos y fierro la arquitectura; estilizan los escultores; el teatro<br />

brinda símbolos yertos; la novela disuelve. Todo anuncia estados descomposición, acabamiento de<br />

una cultura que agotó sus posibilidades. Vivimos del pasado; las conquistas mecánicas son<br />

espejismos para prolongar el fin. No hay un hombre nuevo, sino un hombre viejísimo aplastado por<br />

siglos de racionalismo.<br />

—En un sentido ontológico, hay un hombre nuevo, que enriquece su tránsito en la pugna<br />

con la materia. El solo hecho de que la civilización clásica sea de orden cerrado y la nuestra de<br />

orden abierto, dice claramente la importancia de la evolución.<br />

—¿Qué se gana con ello?<br />

—Ascender a la generalidad: existe un abismo entre el antiguo, circunscrito a terruño y<br />

movimiento, y el moderno que se desplaza por el mundo con ayuda de la técnica.<br />

—Pero cuanto más acumulamos por fuera, mayormente nos apartamos de la indagación<br />

espiritual. Hay abandono del conocimiento interno, es decir, falta de sustancia…<br />

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