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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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figuras crispadas, que más que escultura son "terror petrificado". La erecta majestad de la Tour<br />

Saint-Jacques. Esplendor de estatuas, castillos y jardines de perfecta geometría. "Brasseries",<br />

donde todo el mundo discute, baila y hace lo que quiere. Absurda y pueril Torre Eiffel. Puentes que<br />

se tienden sobre el Sena. Filigrana del Palais d'Orsay. Nikké de Samotracia, en el Louvre, sobre el<br />

descanso cimero de una escalinata marmórea. Espíritu marcial de "L'Etoile". Grave misticismo de<br />

Nuestra Señora. Hotel medieval en Clisson. Barquitos y puestos de venta en las márgenes del<br />

Sena. Perspectiva fulgurante de los Campos Elíseos y las iglesias venerables. Y en variedad<br />

humana, todas las especies; del barón desdeñoso al obrero rudo y sencillo; de la mujer espléndida<br />

de la burguesía refinada a la hembra mísera del hampa. ¿Qué no es París? ¿Qué no contiene? En<br />

su ritmo titánico, turbado apenas por la discordia de los hombres, vibran dos mil años de<br />

civilización. Tanta dicha como desventuras; tanto esplendor como padecimientos. Y en sus agujas<br />

góticas se quiebran todas las filosofías, porque es hijo de la constante mutación y del eterno<br />

aprendizaje. Pensadores, sibaritas, artesanos y guerreros sostienen que no hay fondo urbano de<br />

más poderosa sugestión; así lo comprendió el genio napoleónico, al incrustar su propia gloria en la<br />

ciudad. Tradición y revolución juegan al contrapunteo; la ciudad más antigua y la más joven de la<br />

civilización.<br />

A los pocos días de su rapto amoroso por la urbe, sobrevino el desenlace. Después de<br />

cinco años se veía otra vez al comienzo; sin posición, dinero, sin prestigio; apenas un bohemio que<br />

rodaba de ocupación en ocupación, estudiando y grabando sin descanso. En el desorden que vivía<br />

¿era lícito esperar siquiera una cátedra de profesor de dibujo para el futuro? Nunca… En París la<br />

competencia es implacable y no basta descollar en una actividad si no se reúne condiciones de<br />

disciplina social.<br />

—Te estás perdiendo —decía suavemente Mr. France—. En tu lugar vendía los muebles y<br />

me daba un saltito a Roma o Florencia.<br />

—De saltar, salto al otro hemisferio.<br />

Dos maletas. Ropa. Libros. Papeles. Veinte libras en el bolsillo. No quiso despedirse. Y en<br />

la tercera de un trasatlántico, Delhez partió de Marsella.<br />

—¡Au revoir! …<br />

Panamá. Encuentro con el trópico.<br />

En la noche ardiente dos mundos se contemplan; arriba, cielo cuajado de estrellas; bajo,<br />

bahía que fulge de luces. Acodado en la cubierta de tercera, el emigrante mira el mar sereno que<br />

se alonga hacia el sur. La brisa lánguida, de movimientos perezosos, trae un enjambre de<br />

fragancias; olores del trópico que ascienden de las raíces de la tierra, se impregnan del ardor de<br />

las resinas y acarician el rostro en cálido efluvio. La plenitud de la naturaleza despierta confianza;<br />

se siente uno fuerte, venturoso, junto a las fuerzas elementales del mar, del aire nocturno, del cielo<br />

estrellado, de la tierra exúbera que palpita en la orilla. ¡Noche del Sur, henchido de mágicas<br />

potencias, el corazón del hombre te bendice!.<br />

El mar sereno y dulce… ¿Sereno y dulce el mar? ¡No! ¡No! Escapemos a la fascinación del<br />

espectáculo. Recordemos Baudelaire:<br />

"Ahora y siempre, hombre libre, adorarás el mar:<br />

él es tu espejo; miras la imagen de ti mismo<br />

en el desenvolverse del agua sin cesar.<br />

Como su abismo amargo es amargo tu abismo".<br />

¿Qué magia rabiosa convierte la dicha en tortura? La noche esconde sus velos claros.<br />

Hora de la soledad inconmovible. El mundo gira en el contorno, ajeno a la angustia humana; pero<br />

en el hondor del alma otro mundo desenvuelve sus anillos. Frente a la bahía del trópico ardoroso,<br />

el hombre golpea en el abismo y el abismo repercute en su corazón.<br />

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