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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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paisajes totalmente distintos— sino por el sentimiento de pureza que lo aproximaba a las cosas. A<br />

veces temeroso, interrogaba:<br />

—¿No hay autoridades?<br />

—El corregidor, el cura y la oficina de correos quedan a varias leguas en la capital del<br />

cantón. Estamos solos.<br />

Ernalsteen amaba el campo. Partía a caballo con el sol y no regresaba hasta el mediodía.<br />

Después del almuerzo descansaba hasta las dos y volvía a su cabalgadura para recorrer la finca y<br />

vigilar las faenas. Delhez quedaba solo en la casa de hacienda. Se propuso distribuir su tiempo,<br />

sometiéndose a horario. Ordenó papeles, habilitó una mesa para grabar y en pocos días tuvo todo<br />

listo para iniciar su empresa; pero una molicie invencible se desprendía del contorno y anulaba la<br />

voluntad. Pasaron meses tranquilos.<br />

Venciendo una loma, a dos kilómetros de la casa de hacienda, está el paraje más bello de<br />

Cocaraya. Corazón natural de la finca. Por un lado el horizonte se aleja, permitiendo abarcar la<br />

propiedad. Pero hacia el norte el paisaje se da de bruces contra el caos poderoso de la Cordillera<br />

Occidental; y la mirada se absorbe en las cumbres dentadas que la luz petrifica. Es un<br />

contrasentido telúrico divisar, dentro de un semicírculo de 250°, la zona templada y abundosa del<br />

valle, en tanto que por un flanco de 110° surge la vehemencia de los cerros nevados. El tumulto<br />

vertical de las montañas se aquieta en la horizontalidad del llano. Paisaje: un sueño puramente<br />

visual que surge como la concepción de un maestro primitivo que no inspira lo fantástico, sino lo<br />

bello, profundo, lo hermoso normal.<br />

Bautizó el paraje con el nombre de "Chasca-Kcoillur", palabras con que los quéchuas<br />

conocen al lucero del alba, decidiendo erigir ahí su vivienda.<br />

Planeó una pequeña casa dentro del estilo rústico de la región. Personalmente dibujó<br />

planos, calculó materiales y vigiló el trabajo de los indios. Admirando la facilidad que tienen para<br />

edificar. Hacía de arquitecto, carpintero y a veces de albañil, disfrutando el sano regocijo del que<br />

levanta con sus manos su morada. Por bendición del cielo, no habían llegado a Cocaraya el<br />

alambre de púa, material de lata, ni calamina. Con piedra, barro y paja, a más troncos viejos, la<br />

vivienda estuvo terminada en sus tres habitaciones. Delhez se trasladó a "Chasca-Kcoillor" con sus<br />

maderas y sus libros, dejando a Ernalsteen en la casa de hacienda.<br />

Schiavo le escribió estas significativas palabras: "Cocaraya fue creada hace muchos siglos,<br />

por mano divina, para aguardar y ayudarte a realizar tu obra".<br />

Sencillos episodios matizaban la vida en Cocaraya. Cubriéndose con poncho indígena,<br />

montaba a caballo largando la brida para que el galope intensificara el azote de la lluvia. Se<br />

entretenía con loritos de vistoso plumaje y con "Cocoliche", perrito de singular inteligencia, que se<br />

convirtió en fiel compañero. Grababa seis o siete horas diarias. Por la noche leía un poco antes de<br />

dormirse. A veces llegaban cartas de los amigos y de los tres suscriptores que tenía para el tríptico,<br />

entre ellos Nelson, que era el más puntual. Hacía sus pedidos de tablas, cartulinas y tinta,<br />

detallando minuciosamente las condiciones del material, Dáneo se encargaba de adquirirlo en<br />

Buenos Aires y lo remitía cuidadosamente embalado. Caminatas por los cerros. Ligeras labores de<br />

cultivo. Con la reserva económica que trajera de la Argentina, tenía par atender mucho tiempo a<br />

sus necesidades. Una vez, apoyado en la pala que transportaba tierra, vino el recuerdo de María<br />

Diels. "¡Qué ironía —habría dicho—, de la universidad regresaste al campo!" Y en otra ocasión<br />

creyó sentir la voz de Antonio Delhez: "¡Fik, Fik, ¿por qué te recluyes? No es deportivo rehusar la<br />

lucha!"<br />

Miraba con cariño sus instrumentos: la gubia, el cuchillo biselado, la lengua de gato o<br />

aguja, compuesta por él mismo, el cincel ordinario, la prensa, una prensa construída y mejorada<br />

pacientemente, a fuerza de observación y constancia, que le permitía obtener copias artísticas,<br />

harto distintas de la copia impresa que rechaza el conocedor.<br />

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