EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes
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llegar.<br />
—¿Se convence usted que la voluntad manda? —Preguntó el arquitecto.<br />
—Nunca lo dudé —replicó Delhez.<br />
—Usted, simple artista, perecerá. Usted mismo, sirviendo una causa organizada, puede<br />
—No acepto otra disciplina que la mía.<br />
—¡Anarquía, lamentable anarquía!<br />
—Prefiero la anarquía invidualista a la servidumbre colectiva.<br />
—Los mitos individuales perecieron. En vez de religión, moral, honor, belleza, hoy se tiene<br />
astucia y voluntad. Son fuerzas concretas —no meros sentimientos—; son la Bolsa, la Banca, la<br />
Industria, el Comercio los que definen el crecimiento de las naciones fuertes y la caída de las<br />
débiles.<br />
—Usted quiere ahogar el sentimiento y endurecer la voluntad.<br />
—El genio debe aplicarse a un fin superior. Los prejuicios sentimentales envenenan al<br />
hombre.<br />
—Prefiero habitar el mundo en que nací, ser decadente suspirando por una civilización que<br />
se destruye.<br />
—¡Pero si es todo lo contrario! Jamás el mundo fue tan categóricamente constructivo. Una<br />
idea superior a su destino de individuo reúne a los hombres en empresas conjuntas de audacia y<br />
esfuerzo. Forjado cada cual en la lucha sin cuartel, en la avidez del poderío, en el terrible<br />
esplendor de los sentidos, el hombre nuevo dice: vengo de un mundo que desaparece para actuar<br />
en otro que se organiza. No haya tregua; tengamos cada día el coraje de afirmar nuestra misión,<br />
haciéndonos dignos del tiempo voraz que nos contiene. ¡He aquí el hombre nuevo!<br />
—¡Esté usted loco! ¿Qué empresa superior es esa? ¿Qué puedo hacer yo con dinero? Y<br />
esa lucha implacable ¿contra quién va dirigida?<br />
Zeller desvió la mirada. "Este va a resultar más iluso que cualquiera de nosotros"<br />
—pensaba Delhez. Como si leyera su pensamiento, el arquitecto dijo:<br />
—Me tomará usted por un tonto, pero no puedo ser explícito. Bien, ha sido un rapto de<br />
entusiasmo.<br />
Bebiendo un buen Chablis, revestido ya por su seguridad, el arquitecto era nuevamente el<br />
ser misterioso del primer día. Por la noche fueron al Grand Guignol, y con las truculencias de la<br />
farsa escénica Delhez olvidó al Intelligence Service al culto del becerro de oro y al propio Zeller<br />
que, callad, seguía el melodrama. Al despedirse, el arquitecto le pidió unos apuntes sobre<br />
Vincennes, ofreciéndole mil francos. Delhez se excusó, alegando tener otros encargos de urgencia,<br />
pero ante la insistencia de Zeller acabó por aceptar. No obstante, cuando Zeller volteaba la<br />
esquina, estuvo a punto de correr para anular el compromiso. El arquitecto, había querido regalarle<br />
mil francos; maldito si le interesaba Vincennes.<br />
Delhez leía periódicos asiduamente.<br />
Hojeaba un diario, cuando se le ocurrió hacer una estadística de las malas noticias. Huela<br />
en Marsella. Crisis monetaria en Bruselas. Los carboneros contra la policía londinense por<br />
aumento de salarios. Quiebras bancarias en Nueva York. Centenares de fusilamientos en Rusia<br />
por no querer entregar cosechas al Estado. Incendio de Iglesia en México. Los japoneses<br />
invadiendo la Manchuria. Un tornado en Miami. Madrid, Roma, Moscou avasalladas por las<br />
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