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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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—¡Entonces me comprendes! Eso es lo que busco; ser una larva frente al asunto que trato,<br />

eliminando mi personalidad. Para llegar a un asunto, rozo todos los granitos de arena que se<br />

interponen entre mi voluntad y el punto elegido.<br />

Bolivia estaba en guerra con el Paraguay. Delhez creía que lejos de las ciudades se libraría<br />

de las consecuencias del estado bélico; pronto comprendió su error. Su correspondencia fue<br />

censurada, se perdieron cartas y a veces el material que le mandaban de Buenos Aires.<br />

Protestaba, escribía a las autoridades sin poder remediar las cosas. Por extravío de una carta,<br />

perdió uno de los suscriptores del tríptico. Durante algún tiempo estuvo a merced de esas<br />

contrariedades que Ernalsteen sufría en mayor grado como agricultor. A "Chasca-Kcoillor" no<br />

llegaban periódicos. Delhez vivía dichoso, ignorando lo que pasaba un kilómetro a la redonda.<br />

Escondía el reloj bajo la almohada, consultándolo únicamente para dormir. Su barba espesa y<br />

crecida, le daba aspecto de forajido, cuando carabina en banderola partía de caza por los campos.<br />

Ernalsteen tuvo necesidad de viajar para adquirir implementos agrícolas; a consecuencia<br />

de ello, Delhez quedó a cargo de Cocaraya, "No esperarás que haga un buen administrador<br />

—dijo— pero al menos vigilaré las cosas".<br />

Durante la corta ausencia del hacendado, Delhez se dedicó a sus deberes. Recorría la<br />

finca diariamente, vigilando cosechas, plantaciones, labores de irrigación y otros menesteres que<br />

se llevaban el día. Apenas dos horas para grabar. Al octavo día de su "administración", mientras<br />

dirigía el levantamiento de un muro en la región oeste de la finca, llegó un peón corriendo:<br />

—"¡Tata!" Un hombre está por la casa.<br />

Delhez se dirigió a la casa de hacienda pero no hallando nada, torció riendas con rumbo a<br />

"Chasca-Kcoillor". Al bajarse del caballo, divisó a un mozalbete que desde una pirca miraba la<br />

casita. Viéndole, el mozalbete silbó con fuerza; un caballo bayo salió del matorral y antes que<br />

Delhez pudiera reaccionar, el desconocido galopaba cuesta abajo. Probablemente era un curioso,<br />

al que había intimidado con su aspecto de bandolero.<br />

"Y he aquí concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo y la pondrás por nombre Jesús".<br />

(Lucas: I-31).<br />

¿Cuántas veces el mensaje prodigioso descendió a los artistas? El tema de la Anunciación<br />

es inagotable. Contiene la historia del arte cristiano, desde el cándido mirar de los bizantinos, a la<br />

recogida gravedad del primitivo; del esplendor del Renacimiento al genio torturado del barroco; del<br />

realismo del XVII a los expresionistas. Nadie alcanza la hondura del aviso a María, palabras que<br />

cruzan el cielo como pájaros errantes; ni Leonardo, el enigmático, que dio vida a la más pura y<br />

misteriosa versión de las palabras arcangélicas. La Anunciación es piedra de toque para un artista;<br />

y a ella fue Víctor Delhez, en el mediodía de su vida, iniciando sus ilustraciones al Evangelio.<br />

"Anunciación a María". (Plancha 31). Junto a un fondo de montañas se alzan las serranías<br />

de Tupiza, célebres por su conformación geológica. La erección de rocas simboliza la violencia del<br />

Sinaí. Partiendo la aglomeración rocosa, un haz de luz que alude a la Ley Mosaica se vierte sobre<br />

el río. Isaías se arrodilla sobre una peña. El Bautista aparece en la ribera. Un sendero asciende por<br />

la sierra perdiéndose en la luz sinaica. Al otro lado del río surge la campiña, descrita con prolija<br />

riqueza de observación, destacándose el ramaje agostado y los sembríos. José trabaja a la puerta<br />

de su vivienda. Sobre este fondo que recuerda la riqueza ornamental de Bizancio y al pie de un<br />

roble tratado con vívido realismo descansan las figuras centrales: la Virgen y el Arcángel. María es<br />

una figura extática, que recuerda al Lippi; su fina silueta perespiritualiza la materia; y la cabeza<br />

pensativa se apoya en las manos para oír la revelación. El Arcángel carga en sí la fuerza mística<br />

de la escena. Es una creación audaz, puramente delheziana, que no evoca reminiscencias<br />

plásticas; ha nacido de la entraña convulsa y contradictoria de la época moderna. Temerariamente<br />

estilizado, el cuerpo sugiere apenas apariencia carnal. La vestidura se pierde ritmo de ola. Los<br />

brazos, delgadísimos, como macerados por el suplicio. Y el ala abarca dos tercios del grabado,<br />

siendo tan viva su comunicación espiritual, que a poco de mirarla se mece en ella la infinita pasión<br />

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