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1 FERNANDO DIEZ DE MEDINA EL ARTE N
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de un ser oscuro, inabarcable, que
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Con los exámenes llega el sobresal
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aquíticas; las personas faltas de
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—Porque así deber ser. Unas vece
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El séptimo hijo de Antonio Delhez
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sabatinas, sin dejar que los muchac
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—¡Qué confusión! —Artista es
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Sentía nacer las formas infusas de
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uena parte de su tiempo calculando
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—Quisiera organizar una oficina.
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Más tarde Mr. France expresaba a S
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cuadro; los colores adquirían tona
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—¡Nada de repetir a los otros! L
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—¿Te alegra Rubens? —Es la pin
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Al abandonar La Rotonde. Mr. France
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—Acude a los exégetas —decía
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Hoffner lo llevó a la Comedia Fran
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existían en su memoria prodigiosa,
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una conyuntura para alejarse. Falta
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sugería el movimiento sin saltos,
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ser? El hombre bascula entre ambos
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genios se pierden. Pasó por vigés
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Y después de largas reflexiones, p
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—Sería un contrasentido; el arti
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comunicándonos con la totalidad de
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—¿Qué es la Bolsa? ¿Qué persi
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días y noche. La entrada es sombr
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llegar. —¿Se convence usted que
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Picasso, celoso de su condición de
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Todavía, al salir, Delhez recogió
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figuras crispadas, que más que esc
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—En la intimidad de los contraste
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detrás de la arquitectura exterior
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estéticas del lente fotográfico.
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heterogeneidad de Buenos Aires —
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sensualismo de la urbe; su madurez
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—Aunque controlemos el organismo
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amigo, era un hermano. Poseía cult
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La crudeza del invierno recluye a l
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Cuando todo estuvo listo para empre
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sin rastro del impulso matinal, des
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fantástica de sus noches de opióm
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—Escalofriante. Linda en lo cruel
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—Ya lo he sido. —Además tú er
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—Ella te dio el triunfo. —La te
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que yo expresé por versos inmortal
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sobrenatural las descubro sumergié
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Suárez regresó pálido de ira, co
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—¿Hacia dónde? —El momento qu
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ilustraciones a Baudelaire son vacu
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descansar por la imagen. El cine pu
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—¡Poco a poco! Nunca se estudió
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Después de haber negado a los maes
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que corre sin obstáculos. Al fondo
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Esa vida de calma y apartamiento, n
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—¡Entonces me comprendes! Eso es
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Viéndolo irrumpir en el camino, el
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Delhez no contestó. La muchacha to
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Señor; y los santos, en actitudes
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—Hace diez días. —¡Hum! Varia
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Entonces ella atropelló: —Quiero
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