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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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uena parte de su tiempo calculando los años y el dinero que se necesitaría para reconstruir al<br />

país victorioso pero derruido. Perdida la antigua energía, María Diels conservaba una expresión de<br />

tristeza en el rostro. Víctor los observaba con inquietud, no viendo ya un rival en su progenitor ni un<br />

amo voluntarioso en su madre; los contemplaba con cariño en cierto sentido paternal, como si<br />

ambos fueran sus hijos; comparaba su fuerza, su fe en el provenir, la elasticidad de su espíritu con<br />

la declinación visible de sus padres y esto lo llenaba de espanto. Declinación… Descenso de las<br />

fuerzas… No podía dejar de estremecerse ante la idea del ocaso; sus padres comenzaban una<br />

vejez prematura.<br />

—No es fácil el camino para tu generación. Los jóvenes de hoy son levantiscos; carecen de<br />

la disciplina que me enseñaron mis padres y que yo he querido darte a ti. ¿A qué piensas<br />

dedicarte?<br />

—No sé, padre…<br />

—¡Um! Deberías pensarlo bien.<br />

Antonio Delhez pertenecía a una tradición extinguida de orden y de paz y comenzaba a ser<br />

víctima de la nueva época, sin poder someterse a la transformación impuesta por la guerra. Ciertos<br />

síntomas de descomposición alteraban su mundo interior, afirmando en nociones simples y<br />

estables. Fruncía el ceño frecuencia, cogía el sombrero y se iba al box o al hipódromo, para<br />

regresar con tibio entusiasmo y sumirse nuevamente en el estudio de la situación económica, que<br />

día a día se tornaba más difícil. Luego las gentes eran egoístas, insensibles; y esto hería al dueño<br />

del Hotel de los Deportistas, en cuyo honrado corazón no cabía una transformación tan violenta de<br />

la naturaleza social.<br />

Al decidir la profesión Víctor tomó parecer de su madre.<br />

—Sé ingeniero —dijo María Diels—. Tienes aptitud para las matemáticas; te ayuda el<br />

dibujo, acaso también tu fantasía. Bélgica será reconstruida; arquitectos e ingenieros serán<br />

necesarios. Debes alistarte con ellos, sin que por eso te aconseje abandonar tus estudios de arte.<br />

Ingresó a la Universidad para estudiar ingeniería química. Simultáneamente seguía cursos<br />

de arquitectura y artes plásticas en al Real Academia de Amberes. En dos años y medio venció<br />

cinco de arquitectura y cuatro de dibujo. Tuvo la suerte de contar como maestro al fino acuarelista<br />

Paul Berger. También obtuvo diploma de topógrafo. Esos años de intenso trabajo, tomaba cursos<br />

nocturnos de anatomía y estudios filosóficos. Los domingos recorría la ciudad acompañado del<br />

Julio Marsan, un camarada de Lovaina aficionado a la búsqueda de antigüedades, libros raros y al<br />

deporte de "acuarelear" los rincones más curiosos de Amberes.<br />

Por ese tiempo todo se volvía socialismo. Las masas debían mejorar, las élites responder<br />

de la catástrofe; había que colectivizar producción, política, comercio, cultura. Nada de arte por el<br />

arte; sólo arte de función social. Las polémicas llenaban los rotativos y hasta los más indiferentes<br />

se veían envueltos en el torbellino dialéctico de postguerra.<br />

Víctor advertía el cambio en sus compatriotas. Los belgas victoriosos de 1919 no eran los<br />

mismos de 1913. Ahora la gente luchaba contra el racionamiento alimenticio, la desocupación, la<br />

urgencia de hacer dinero y el más implacable egoísmo. ¿De qué valían un corazón noble, una<br />

buena cabeza, tradición, moral, leyes y hábitos? El pueblo hambriento, los salarios insuficientes, el<br />

territorio devastado por la metralla, exigían trabajo duro y constante. ¡Qué lejanos el tiempo feliz en<br />

la llanura de Malinas; y los primeros años de Amberes, cuando un chicuelo de cabellos rubios<br />

vagaba azorado por el puerto…!<br />

Tuvo que suspender sus estudios para ingresar al servicio militar. Al principio se sintió<br />

entusiasta, deseoso de aprender el manejo de las armas para integrar una generación que no se<br />

dejaría sorprender como el 14; pero en pocos días la brutalidad de los sargentos apagó su fiebre<br />

patriótica. Exasperado por la disciplina del cuartel, estudió el curso rápido de suboficial de<br />

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