EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes
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hol<strong>andes</strong>as y españolas, inaccesibles al pintor moderno. Pudo influir también un sincero anhelo de<br />
abrirse paso junto a los nuevos, de gritar "su verdad" de las nuevas generaciones, antihumanistas,<br />
anticlasicistas, antitradicionales que perseguían la transvaloración de los valores estéticos. O una<br />
necesidad interna, fisiológica, de ser fiel a la época, corriendo una experiencia propia, que en vez<br />
de ser dictada desde fuera por el pasado, irrumpía desde adentro para expulsar la vergüenza, el<br />
escepticismo y el derrumbe moral de la hecatombe terminada el 18. No desdeñaba la hipótesis de<br />
que se tratara de pura curiosidad juvenil, esa fuerza biológica que lleva de un lado a otro sin rumbo<br />
fijo.<br />
Volaron los francos. Comenzó a ganar la vida como cualquier habitante de Montparnasse;<br />
fue empleado de un topógrafo, comerciante callejero, caricaturista, mecánico de un garage. Antes<br />
de cumplir un año en París, había desempeñado ocupaciones de agente de seguros, dibujante,<br />
profesor de flamencos, librero, ayudante de farmacia, corrector de pruebas, sereno de una fábrica,<br />
"Si no lo hubiera visto" —decía Seuphor— creería que era cuentos". Instado por Seuphor, otro<br />
veleidoso en materia de trabajo, abría oficinas fugaces, sin local, sin empleados, sin propaganda<br />
que se clausuraban el mismo día de su inauguración. Copiando planos, haciendo retratos al<br />
carbón, dibujando revistillas de moda y afiches, obtenía módicos ingresos. Nunca supo lo que ganó<br />
ni cómo se iban los francos. Faltaba dinero, privaciones, sobriedad, disgustos. Caían pesos; lindas<br />
mujeres, buena mesa, diversiones; aunque esto sea raro y aquello general, el ciudadano de<br />
Montparnasse vive alegremente, cargado deudas, sueños y ambiciones.<br />
París, ciudad de los contrastes. "Notre Dame" cautiva con la fascinación de sus estilos que<br />
encajan unos en otros con audacia deslumbrante. Una noche en el "Vieux Colombier", viendo<br />
Marivaux, se siente el valor del vocablo "exquisito". "Ir" a un cabaret de lujo, con bellas muchachas,<br />
destapar sendas botellas de champán, ponerse un cigarro en la boca… ¡Voilá! – decía Mr.<br />
France— a la tercera copa estamos en el quinto cielo". El museo Cluny retiene largas horas. Las<br />
cascadas de Vincennes, el lago de Minimes, la Naumaquia en Parc Monceau devuelven a la<br />
serenidad. Los castillos en Fontainebleau… Una iglesia medieval… Una madrugada en los<br />
Elíseos… Nadie olvida las horas de armonía interior que sugiere el paisaje parisino, rico y variable<br />
como la naturaleza.<br />
Pero en medio de todo esto, que ha hecho brotar las expresiones de "ciudad luz", "ciudad<br />
jardín" y otras trivialidades, corre el drama oscuro de la multitud miserable que se confunde con el<br />
júbilo de los millonarios, los palacios fastuosos y el paisaje pródigo en visiones encantadoras.<br />
"Marché aux Crouttes" es un espectáculo digno de verse. Una vez por año, bajo gr<strong>andes</strong><br />
toldos colocados en el bulevar Raspail, los pintores pobres ensayan el favor del público,<br />
exponiendo telas al aire libre, que se venden a cualquier precio; del pintoresco mercado salen<br />
algunos lienzos a enriquecer las colecciones israelitas de la margen derecha del Sena. La<br />
abigarrada exposición posee un sentido profundamente humano, pues condensa millares de<br />
tragedias, talentos extraviados, voluntades que se pierden, ambiciones incoherentes; todo el drama<br />
de la pintura reflejado en el hacinamiento de las telas y los rostros escuálidos de sus creadores.<br />
Allí conoció a Hoffner, un rumano que concurría por tercera vez a la subasta y acababa de<br />
vender un pequeño lienzo en cuatrocientos francos. Su pintura evocaba la precisión clásica de<br />
Ingres y algo del agudo realismo de Courbet; pero en 1922, victoriosa la vanguardia, sus telas eran<br />
despreciadas por el buen burgués, aficionado a los jeroglíficos cubistas.<br />
Delhez seguía a Hoffner en los paseos al aire libre y las visitas a los museos.<br />
—Son las dos fuentes del espíritu —expresaba el rumano—; la naturaleza como la forjó el<br />
creador y el mundo plástico por el cual la reproduce el hombre.<br />
En el Luxemburgo, en el museo Carnavalet, en el Palacio de Bellas Artes, Hoffner le<br />
enseñó curiosos detalles. Se detenía frente a un Cimabué, en el cual Delhez apenas repara.<br />
Llevaba a éste a un ángulo de la sala por donde se filtraba una luz opaca: lo acomodaba, hacía<br />
que se agachara un poco y ordenaba: —mira. Delhez veía la móvil perspectiva; las figuras<br />
cobraban otro perfil; los rostros se revestían de patética expresión como si se tratara de un nuevo<br />
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