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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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difícil. Entonces se le ocurrió pensar qué sucedería si se invalidaba en plena juventud. Privado de<br />

las manos, ¿dónde iría a parar su sacrificio? Medía la magnitud de su empresa, ese oscuro<br />

heroísmo que exige la entrega total sin ofrecer seguridad para el futuro. Soledad, pobreza,<br />

privaciones… ¿Para qué? Un golpe de azar podía llevarse todo en una jugada y dejarlo indefenso<br />

contra el mundo, con sólo una obra mutilada.<br />

Sano ya, acometía el boceto de "Los Mercaderes del Templo", cuando llegó un paquete de<br />

La Paz; era el ensayo de un escritor boliviano sobre su arte:<br />

Víctor Delhez es un europeo de la decadencia. Al declinar una cultura florecen las<br />

sensibilidades más lúcidas y más atormentadas. Los grabados delhezianos lo demuestran, porque<br />

más allá del prodigio técnico entregan un cosmos espiritual; el cosmos de un creador que supera el<br />

tecnicismo por el hálito que anima a la materia. Delhez es un representativo del drama que acosa<br />

al europeo. Lleva en sí la tradición del arte occidental; padeció las escuelas de vanguardia; hizo<br />

pintura, dibujo, grabado en madera, aguafuerte, modelado; vivió la oposición encontrada de las<br />

escuelas; renegó de la plástica renacentista. Soportó la derrota de los "ismos", abandonándolos<br />

para salvarse. De la ruptura con antiguos y modernos nacen las ilustraciones a Baudelaire, síntesis<br />

de la anarquía actual. Perdida la fe en la tradición, reniega también del realismo, de la morbidez<br />

romántica, del cerebralismo de avanzada; mas como el alma inmortal surge de escombros, el<br />

artista se vuelve a Berdiaeff, aquel que preconiza el fin del Renacimiento y el retorno a una Nueva<br />

Edad Media. La angustia de nuestros días, ese "phatos" de duda, análisis y crítica exacerbada que<br />

conduce a la disociación, ha sido intensamente sentida por Delhez; pero lejos de convertirse en un<br />

apocalíptico de la catástrofe final, a la manera del sombrío Soloviev, el flamenco se aferra a una<br />

posibilidad de salvación, rechaza las formas normativas de la sociedad moderna y tiende la mirada<br />

al mundo nocturno de que habla Berdiaeff; al que tiene luz de estrella, porque no se mide en años,<br />

sino en espacios celestes. En el derrumbamiento general de los valores, Delhez se salva por la<br />

tradición del genio flamenco. Aunque el arte delheziano es nocturno, por que busca una gnosis<br />

religiosa que lo expresa, al par que afirme su valor ontológico en un movimiento hacia la<br />

profundidad del ser, en el fondo es una nueva tentativa del genio de Fl<strong>andes</strong>; la fuerza inaudita de<br />

la tradición que acompaña al artista en su periplo por el mundo, buscando una vez más, en el<br />

ébano del tiempo, aquella prodigiosa claridad que se filtra por los lienzos de Van Eyck, dora los<br />

cuerpos dionísiacos de Rubens, vibra en las sombras de Rembrandt y hace límpido el paisaje en<br />

Patinir. Éstos pintan, Delhez graba; y de todos es la luz, porque la esencia del genio flamenco es<br />

un aspirar eterno hacia lo claro, que desde la pasmosa objetividad de Van der Weyden hasta el<br />

candor subjetivo de Memling, se resuelve en excelencia del ver y el expresar. Delhez condensa el<br />

trágico sino del alma moderna, con sus rupturas y su desequilibrio angustioso, su polivalencia y<br />

sus contradicciones enigmáticas la enérgica expansión del cosmos interior que se integra y se<br />

desintegra todos los minutos, y aquel sentido de evasión que ha madurado en el occidental. ¿Qué<br />

pensar de un hombre que dice: " Se acerca la terminación de la estética; no caben los conceptos<br />

que quieres meter en ella los modernos. ¿Dónde vamos? Puede suponerse que el signo de lo<br />

nuevo serán fuerza, violencia, desequilibrio, como saludable reacción después de siglos de<br />

pensamiento de taller, de caballete. Todo lo que se dice del arte actual es verdad. Un rumbo nuevo<br />

surgirá después que hayamos roto con casi la totalidad de nuestro espíritu"? Juzgando su doble<br />

condición de reposo exterior y tumulto en lo íntimo, es lícito aplicarle la frase de Hölderling: "Yo soy<br />

como el cielo estrellado, movible y sosegado". Un gran viento profético sopla en sus grabados.<br />

¿Neoprimitivismo, síntesis de principios elementos, o algo que pugna por expresarse? Delhez<br />

representa al grabado en madera lo que Proust a la novela: una nueva manera de sentir y<br />

representar el mundo. Su alma es como su arte, apariencia infantil con madurez de contenido; por<br />

esto se hace difícil agotar a simple vista la significación de sus grabados, donde habita un ser que<br />

ha fijado su camino: la cima o el abismo, porque esta sensibilidad sutilísima que doma una<br />

implacable voluntad de disciplina, no admite planos intermedios; perdura o desaparece. Delhez es<br />

un mago que ha vuelto a crear el mundo por el grabado. Su arte no tiene antecedentes clásicos ni<br />

modernos; es nuevo en lenguaje espiritual, aunque necesariamente registre similitudes temáticas o<br />

de forma para el ojo habituado a percibir analogías. Hay en sus grabados el soplo poderoso del<br />

gótico tardío, con su inclinación a lo fantástico: mucho de la extraordinaria capacidad inventiva de<br />

Jerónimo Bosch y otros maestros hol<strong>andes</strong>es; y la factura delicada, la finura ornamental del<br />

germano Schongahuer. Rebasa la gramática clásica y afirma la estilización no siempre segura del<br />

modernismo. No es moderno de forma —lo que es secundario— sino moderno en el modo de<br />

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