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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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La exposición de los Baudelaire alcanzó tal éxito, que Delhez se vió obligado a sacar<br />

nuevas copias para satisfacer pedidos.<br />

El último día, faltando pocos minutos para la clausura conversaba con Dáneo, cuando éste<br />

lo tocó en el brazo:<br />

—Mira… ¿Quién será?<br />

Una mujer esbelta enfrentaba el primer grabado. S e aproximaron discretamente. La mujer<br />

volvió la cabeza y bajo el sombrero alón brilló un instante el bello rostro. Sin prestarles atención,<br />

ella siguió mirando los grabados hasta que un empleado anunció la clausura de la sala. Cuando la<br />

desconocida partió la siguieron de prisa. El momento que Dáneo se disponía a tentar el lance,<br />

sintió que lo retenían con suavidad:<br />

—Déjeme solo…<br />

Dáneo quedó estupefacto. Ver una hermosa mujer seguirla y dejarla plantada el amigo en<br />

media calle, era inconcebible en el carácter de Víctor Delhez. Cuando salió de su sorpresa, Delhez<br />

se acercaba a la muchacha doblando con ella por Lavalle.<br />

La mujer sintió la llegada. Ligero estremecimiento pareció conmoverla. Luego se sobrepuso<br />

y fingiendo ignorarlo siguió avanzando con paso menudo. Las miradas buscaban el horizonte.<br />

Marchaban juntos, como antiguos compañeros a quienes es recíproco el ritmo familiar; ni una<br />

palabra, empero, acudía a los labios. Caminaron algún tiempo, próximos y distantes, hasta que la<br />

mujer se detuvo frente a un palacete. Puso un pie en la escalinata, indecisa. El hombre, entonces,<br />

despegó los labios:<br />

—¿Por qué fuiste?<br />

Ella no respondió: su mirada orgullosa se perdía en la distancia. Impaciente, Delhez<br />

insistió:<br />

—¿Por qué fuiste? Todo estaba concluído.<br />

Una sonrisa forzada brotó en la mujer:<br />

—Para ti…<br />

Arrepentido de su torpeza, Delhez intentó disculparse; perro viendo que los ojos de ella se<br />

empañaban, sólo atinó a decir:<br />

—Perdona… No puedo amarrarme a nada.<br />

—¿Y tus maderas? —contestó ella con ironía.<br />

—Eso es distinto.<br />

—Es lo único.<br />

—Tal vez…<br />

—Lo comprendo. Olvida esta tarde como olvidaste lo otro.<br />

—No lo olvido nunca; está conmigo.<br />

—No hagas frases.<br />

—No son frases; pero ignoro el sentimentalismo latino. ¿Ves que no podría hacerte feliz?<br />

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