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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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Sentía nacer las formas infusas de la personalidad, con un orgullo excesivo que rechazaba<br />

críticas. Al desdén de los hermanos oponía altiva indiferencia. A excepción del notario, de Naveau<br />

y de algún compañero dócil en el colegio, evitaba confidencias. María Diels, cuando advertía en<br />

enfurruñamiento, le acariciaba con dulzura las sienes y con dos palabras le devolvía el buen<br />

humor. Dejó de figurar entre los retrasados del Liceo "Verhaeren", aunque sin alcanzar primeros<br />

puestos. En los instantes de íntima alegría, soñaba que alguna vez los ocho Delhez mirarían<br />

embobados, los cuadros de su Víctor; pero una voz imperiosa echaba por tierra sus sueños de<br />

grandeza.<br />

—Explica esto.<br />

—Madre…<br />

—Tu nota de física es desastrosa. No basta obtener regular en gramática. ¿De qué sirve<br />

que te destaques en otras materias? Hay que dedicarse a todas por igual; si emplearas menos<br />

tiempo en tus garabatos y correrías callejeras, andaríamos mejor.<br />

¿Para qué contestar? Ella siempre tenía razón; discutir era ir a pura pérdida.<br />

Las naturalezas reservadas se tornan problemáticas conforme avanzan en la ciencia de la<br />

vida. Se puede ser turbulento, desordenado, capaz de fiera disciplina cuando se encaprichaba la<br />

voluntad. A los arrebatos de ambición suceden temporadas de absoluto desgano. Un rudo egoísmo<br />

alterna con raptos de ternura hacia todos los que nos rodean. Víctor amaba la historia del arte, la<br />

egiptología, volvía al dibujo y al óleo, ensayando tímidamente la acuarela que Moulins le enseñaba<br />

con restos de antiguos materiales. Erraba por la ciudad, fascinado con el espectáculo de los<br />

edificios históricos, iglesias, monumentos y paseos. Lo seducía el puerto con su tráfico de barcos,<br />

automóviles y gentes. De pronto sentía el deseo violento de golpear al primero que saliera al paso;<br />

y con igual brusquedad se despertaba la ternura por cualquier animalillo. ¿Soy bueno, malo?<br />

Antonio Delhez lo conceptuaba un flojo; pero el flojo, en pocas noches, trabajando con tenacidad,<br />

recuperaba el tiempo perdido en varias semanas. María Diels sospechaba que su hijo, de tiempo<br />

en tiempo, se abandonaba al juego libre del instinto, sin deseos, sin ambición, sin molestarse por<br />

las cosas de afuera. Víctor quería saberlo todo, comprender el cómo y el porqué; pero su<br />

naturaleza versátil erraba de un tema a otro sin decidirse al estudio perseverante.<br />

—¿Por qué no concursaste?<br />

—Mi trabajo era malo.<br />

—¿Tu composición sobre Las Cruzadas? ¡Era muy aceptable!<br />

—Rorive tenía otra mejor.<br />

—¿Y qué tiene que ver eso? ¡Ah…! Buscabas el primer premio…Ambiciosos.<br />

—No era por ambicioso, sino porque fastidia que sólo unos cuantos de lleven los premios.<br />

—Tu sabes dibujar… No escribir…<br />

—… ¡Quiero escribir como Rorive!<br />

—Eso no es posible; no naciste para escritor; te falta vocación.<br />

—¿Vocación? ¿No es el deseo de alcanzar una cosa?<br />

—No. Es la capacidad de luchar para lograrla.<br />

¿Un estudiante? ¿Un niño curioso? ¿Un vago? ¿Un hombrecito en agraz? ¡Cuántas<br />

denominaciones para definir los trece años!<br />

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