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EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes

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Delhez asistían a conferencias, exposiciones plásticas, centros científicos, siguiendo el ritmo de la<br />

vida intelectual que los franceses ponen al alcance de cualquiera. A temporadas de tenaz<br />

dedicación al estudio, sucedían épocas de absoluto desgano y actividad dispersa.<br />

—No pienses qué será mañana —decía Seuphor— porque te rompo la cabeza. ¡Vivamos<br />

hoy; mañana podemos estar bajo tierra!<br />

Veintidós años. No ser nada, no saber nada… ¿De qué vale un título de ingeniero<br />

químico? El dibujo sirve para ganar pan y ropa; ¿es bastante? Le parecía que su ambición era<br />

neutralizada por juergas, mujeres y la molicie de una vida sin obligaciones. Juraba recuperar el<br />

tiempo perdido sometiéndose a una disciplina; pero al echar una ojeada a los periódicos o<br />

caminando por las calles sentía latir con tal fuerza el pulso de París, que se aterraba al pensar que<br />

nunca podría hacerse oír entre cuatro millones de parisienses. ¿Qué pude llamar la atención en la<br />

ciudad refinadísima, donde el porciento de inteligencia sube a un límite increíble? Sólo dos cosas:<br />

talento o ingenio; pero ambos presididos por un sentido original de la expresión o del "humour",<br />

llaves que abren todas las puertas al habitante de París.<br />

¿Por qué no alcanzamos fama en la juventud? Delhez saboreaba ingenuamente el placer<br />

imaginario de tropezar un día con un párrafo por el estilo: "Ayer se reveló un muchacho prodigioso;<br />

viene de Fl<strong>andes</strong>, tiene veintidós años y ya ha creado un nuevo "ismo" de gran pode sugestivo".<br />

Pero las dos veces que expuso nadie miró sus cuadros modernistas.<br />

En el salón de Independientes, que los vanguardistas organizan para tomarse la revancha<br />

de los académicos del Salón de Otoño, veía cosas interesantes, construcciones severas o<br />

ingeniosas que afirmaban su fé en el modernismo.<br />

Se sometían arquitecturar el universo lejos de todo sentimiento, partiendo de la<br />

planificación del Cézanne, el metafísico de la pintura que abriera camino a los "ismos" con su<br />

poder maravilloso de simplificación. No hay que desmayar —insistía Seuphor. Gaugin fue tomado<br />

por loco en su tiempo; familiares y críticos se burlaban del ex banquero que fue a morir en una isla<br />

de la Polinesia. Sólo Strindberg vislumbró su genio con estas palabras proféticas, Gaugin es el<br />

salvaje que odia la civilización; algo así como un Titán celoso del Creador, que en sus momentos<br />

de ocio construye su pequeña creación; es el niño que desarma sus juguetes para construir otros;<br />

el que renegado y valeroso prefiere ver rojo el cielo que la multitud ve azul. Gaugin es hoy el poeta<br />

en la pintura moderna.<br />

Otras veces las confidencias eran con el rumano:<br />

—Sufres…<br />

—No se puede ser feliz frente al pasado.<br />

—Procura imitar.<br />

—No quiero imitar.<br />

—Libérate.<br />

—Ignoro el camino.<br />

—Te siente vencido.<br />

—No tanto; pero casi aplastado.<br />

—La envidia crece en tu alma.<br />

—Sí; la envidia crece en mi alma.<br />

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