EL ARTE NOCTURNO DE VICTOR DELHEZ - andes
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—¿Hacia dónde?<br />
—El momento que preguntas retomas al pasado; entonces vuelve el humanista, que<br />
indaga desconfiado por lo que fue y no puede regresar. Correr, volar, pasar sin detenerse a la<br />
meditación; es el hombre de hoy en sus nueve décimas partes.<br />
—¿Qué sentido hay en ello?<br />
—Te contestaré con palabras de un humanista: basta vivir la vida; el sentido que se<br />
desprenda de ella es secundario.<br />
—¡Aventureros!<br />
—Aventureros y descubridores. El hombre de gabinete del pasado, es hoy el explorador<br />
aéreo que posa sus plantas en cualquier zona del planeta. Somos ubicuos.<br />
—E inestables. Es decir, no somos, porque cambiamos cada día a través de nuestra lucha<br />
vertiginosa con la materia.<br />
El violín vibra como un corazón afligido. Brota una figura negra y se curva como un arco.<br />
Se siente el contrapunto en los compases de nubes y los ritmos de medias tintas superpuestas que<br />
expresan la exhalación de la flor. ¿Vemos o escuchamos? El cuadro tiene dos composiciones, una<br />
al lado de la otra, que se confunden dócilmente. ¡Extraña cosa! ¿Puede un sentido explicar otro?<br />
Las nubes irrumpen sobre la zona arpada que se exhala de una flor. Se "ve" la nota sostenida de la<br />
figura central; los trémolos que desvanecen la cabeza femenina; y un contraste de bajos que con<br />
su negra masa destacan la claridad de aisladas notas altas. Al ver escuchamos las armonías del<br />
dibujo. ¿Simple sugestión temática?… "Armonía de la noche" (Plancha 13) es el grabado de la<br />
alucinación. Un soplo decorativo, que no se pierde en excentricidades, llena de aire el paisaje y<br />
aclara las figuras.<br />
Música es también "Spleen" (Plancha 16), cuya atmósfera sombría evoca un cuento de<br />
Poe. La reina de Corazones Negros y la sota de Corazones Rojos vienen al encuentro. La ventana<br />
abre la perspectiva de la calle. En tercer plano, el gato se reclina junto a la chimenea. Al fondo se<br />
mueve un péndulo tétrico. Y al fin una tinta negrísima desvanece los límites del cuarto,<br />
confundiéndolo con el cielo estrellado. Esa lejanía enigmática, de profundidad aterradora, es la<br />
escapada al infinito donde las formas se disuelven; sólo la música puede expresarla, pero su<br />
"tempo lento" exige la meditación para entregarse.<br />
De pronto una cara, teñida por el padecer. "Al Lector" (Plancha 11). Rostro patético:<br />
Napoleón o Mussolini. Luego una escena de doble perspectiva — altura y profundidad. Cuerpos<br />
estilizados se retuercen sobre máquinas de pesadilla. El cuadro es de severa economía; nada más<br />
que el siniestro mecanismo del suplicio y la gran cara que mira con el ceño altivo de los que<br />
soportan su destino. Es Baudelaire: amargo, pero, satánico, roído por el remordimiento; imagen<br />
viva del antimoderno, que desprecia la vida sin sentido de la fuerza, recogiéndose en el<br />
pensamiento.<br />
Otro "Spleen", (Plancha 21) puramente ilustrativo, narra la historia del Rey de un país<br />
lluvioso. El hombre se reclina en la almohada, frente a un gato que lo mira en silencio. Detrás del<br />
cortinaje coronado se esconde la Cruz. Al fondo un muro de motivaciones viscerales. Sobre la gran<br />
balaustra que mira al mar, se siente la humedad. Y el lecho avanza paralelamente, hasta perderse<br />
en los extremos de la escena; es un sueño que deforma las proporciones, para expresar con<br />
mayor intensidad el anhelo de evasión.<br />
"El Vino del Solitario": (Plancha 17) visualización de un poema. Reproduce la obsesión<br />
baudeleriana del paisaje tropical. Con sutiles recursos, que hablan de una ciencia segura en el<br />
tratamiento del bloque de madera, surgen el ambiente lunar, cerros, palmera, lago, cielo, la mujer<br />
sumergida en el agua. La cálida vibración del claroscuro baña el paisaje de exotismo. Las formas<br />
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